Ahí estaba embebida en esa gran inmensidad,
en el silencio, en la nada, en el vacío, una sensación de expansión se iba haciendo cargo de mi, hasta desaparecerme, como si me liberara y lograra fundirme con el ambiente, con el cosmos.

Allí me quedé un muy buen rato, en esa mudez, que reconfortaba a todo el cuerpo, a la mente, al alma y el espíritu se sentía de regreso a casa.
¡Qué otra cosa se le podía pedir a la Vida!, poder estar tan cerca de ella, ahí donde nada tenía valía, salvo el agradecimiento por el permiso concedido.
Ya era hora del regreso, de irse preparando para el descenso, volver a ataviarme para salir de pleno al sol, ya estaba bajo él, más allá que el árbol rojo sin copa me cobijaba, estaba bajo su ala.
Lentamente me paré, descendí unos pasos para detenerme en un pequeño lugarcito firme y plano.

Me puse mi camisa, acomodé mi chalina que abajo del sombrero como velo ayuda a protegerse de los rayos dorados que caen sin ningún miramiento.

Buscando donde apoyar el pie, dándome cuenta que ahora iba de bajada y que estaba empinado el lugar por donde tenía que pasar, que las piedrecillas sueltas que abundan son una cosa de subida, sin embargo de bajada significan otra, es muy fácil deslizarse junto al movimiento de una de ellas y eso no se quiere que pase, pues caer entre espinas ha de ser terrible.
-En terrenos así -algo decía- no se juega. El enfoque es total y absoluto y cualquier movimiento que se vaya a hacer amerita el estudio de él, la confianza se presenta de otra manera, siendo consciente que soy yo quien me dirijo, no el automatismo, abrigado por la fuerza superior que uno no sabe muy bien a veces qué le quiere enseñar.
Cuando uno va de subida y llega hasta lo alto, ahí descubre que no aprendió nada de cómo bajar, es totalmente nuevo el aprendizaje.
Con extremo cuidado, mirando muy bien donde poner los pies, con la rodilla que se quejaba de la espina que la había perforado, más allá que mis voces interiores la acallaban, sin permitirle el quejido, desde el primer momento en que sucedió el acontecimiento, pues cualquier mal paso podía poner en un riesgo mayor la situación, eso sí, me recordaba lo que había sido esos instantes y que no quería otro de ese estilo, así que a seguir por el pasaje espinoso sin chistar, con toda la atención enfocada en él.
Enseñanzas que da la vida, que se expanden a muchos aconteceres, que nos recuerdan las espinas que en ella se hallan y que muchas veces penetran lastimando nuestro interior, cargadas de energías disparadas como dardos que se incrustan en nuestras entrañas y si no nos tomamos el tiempo para limpiarlas, liberarnos de ellas cargaremos por toda la existencia con esos piquetes que un día cuando menos lo esperemos resurgirán con mucho más ímpetu y nos pasarán la factura.
Así fuimos llegando de nuevo al camino donde el descenso se hizo menos complicado a pesar de que ya el aire empezaba a arder.

Seguía tomando fotos, me fui volviendo el fotógrafo fotografiado, con ello daba inicio a un andar.
Un pequeño descanso luego de la bajada y de llegar a terreno más firme para poder tomar un poco de aire, estar unos instantes en la sombra y dejar que la pierna descansara.
Eso sí, cámara en mano pues en el camino nos fuimos cruzando con luces, formas, sombras que lo llaman a uno a disparar y dejar retratado el instante.

Seguimos el caminito, no había pierde, nos llevaba directo a la carretera….
…. y andando, andando, nos fuimos acercando al lugar donde una deliciosa agua de sabores del desierto nos esperaba para saciar la sed y llenar con el color de la transformación al interior del cuerpo que lo agradecía después de haber sido sometido a esa tan excelsa experiencia.
ZAPOTITLÁN SALINAS
MÉXICO
Fotografías: Diego
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Este texto es una poesía y qué maravilla las fotos de Diego. Sin duda que es un excelente fotógrafo, siempre lo ha sido. Qué paisaje tan especial, tan diferente a los que solemos ver por acá
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Es un paisaje único en el mundo, por eso es Patrimonio de la Humanidad, sin lugar a dudas es una belleza que no te cansas de verlo, tiene lugares muy mágicos, todo en él es así. Es un extraordinario fotógrafo así es Luz, gracias, abrazo grande
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Sí un paisaje maravilloso para una lente extraordinaria
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Así esLluz, gracias, abrazo grande
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👍
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Un abrazo
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Recibo esta publicaciòn con una intensa sonrisa, disfruto de cada una de sus imágenes y te reconozco en cada palabra. Gracias por compartirla. Un fuerte abrazo.
Para quién camina, el bastón además de apoyo a veces es señal de guía.
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Gracias Carlos, me alegra que te hiciera sonreír,
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Es cierto, Themis, hay que ir quitándose las espinas para que no se enquisten.
Tus paseos siempre son interiores además de Exteriores.
Me gustó verte!
Besos
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Gracias, así es Eva y que no se vuelvan tumor.
Mis paseos suelen ser reflexivos en la mayor parte de las veces y los acontecimientos que suceden señales que algo te quieren mostrar. Feliz semana. Un abrazo
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A mí también me gusta encontrar pistas 🙂
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¡Qué bueno!, es toda una magia, las van poniendo en el camino y eso es lo que lo hace grande, esa fuerza que guía.
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