VESTIDO DE AMARILLO
Había dejado mis montañas y había ido a la ciudad por unos días, sin embargo al rato nomás de estar en ella me corrió, estaba un poco alterada, esas cosas que suceden por todos lados, que por una causa u otra los ánimos se exacerban y como que lo que acontece alrededor tiene cara de poder ponerse feo y es cuando uno decide mejor moverse, si tiene la posibilidad hacia otro lugar donde la situación esté un poco más equilibrada o quedarse encerrado andando solo lo necesario, eso dependerá de donde uno se encuentre.
Aún necesitaba estar por esos rumbos durante unos días, por lo tanto no me atraía quedarme enclaustrada.
Las voces interiores me decían:
-Muévete, que haces aquí si ya conoces un rincón donde es un refugio en este momento.
Así fue, sin titubearlo siquiera terminé lo que tenía que hacer y me regresé a la terminal de autobuses, donde espere que saliera el que me llevaría rumbo de nuevo al desierto, está a poca distancia y tiene por el momento paz, se puede decir.
Esa tranquilidad del afuera en cuanto a acontecimientos mundanos, más allá que al adentro lo somete a súbitos y profundos movimientos.
No lo había planeado nació así de repente de un instante a otro, más valía recorrer unos kilómetros, llegar a un lugar lleno de Naturaleza y sobre todo donde no había que estarse cuidando o temiendo que en cualquier momento comenzara la balacera.
De ahí podía trasladarme, solo era un cambio desde el punto en que uno se movía, cambiar el panorama.
Había quedado con «mi misma» que un día se daría ese regreso para ir en busca del sosiego necesario para mi adentro y el conocimiento de lo que había sucedido en esa primera vuelta que me adentré por él.
No sabía si regresaría o no al lugar en esta ocasión pues había sido promovida por un imprevisto, no sabía si había juntado la fuerza y el poder necesario para ir de nuevo a ese cauce del río seco.
No me importaba, algo me hacía caminar hacia él, la Vida me iba guiando y las determinaciones se irían haciendo sobre la marcha. Tal cual había empezado este viaje, como me lo iban demostrando, flexibilizarse con decisiones tomadas en el instante era la consigna y obedecer a los llamados internos.
Ir por la carretera en el autobús cruzando la Reserva, entre los cactus columnares daba alegría a mi alma que se sentía entrando al sosiego y a la inmensidad.
El pueblo esperaba la primavera y se había vestido de amarillo, unido a los ocres que lo caracterizan daba una impresión en muchos momentos fantástica, como que el viaje iniciaba en los colores de la tierra unidos a los del sol y de fondo el azul del Cielo.
Era una señal que parecía que me estaban dando, me mostraban el impacto que podría tener todos los pasos que de ahora en adelante diera.
Había llegado nuevamente a Zapotitlán Salinas, el desierto me había recibido vestido para la ocasión, en un tiempito más llegaría el florecimiento y todo él estaba en preparación para recibirlo.
Eran los primeros avances.
Estaba hermoso caminar por sus calles y ver como unos pequeños arbolitos cargados de espinas, habían florecido con toda su fuerza.
El calor estaba más fuerte que la vez anterior y se notaba en los perros que ni se molestaban en mover el hocico pues no querían gastar la energía que tenían.
Ahí se encontraba el grupo de amigos echados a la sombrita solo le daba en parte para observar lo que pasaba, ellos también estaban en la contemplación alerta.
Después de caminar un poco el pueblo en búsqueda de algo para comer, beber algún néctar del desierto, me encontraba de retorno al hospedaje, deteniéndome en las diferentes flores que aparecían.
Me paraba a observarlas a mirarlas de cerca, a llenar mis ojos con el color del Astro Rey.
Relucían, sí relucían.
En las ramas de los árboles,
en las cactáceas, con sus flores alargadas,
o circulares.
Caminaba compenetrada, muy adentro de «mi misma» aspirando a acompañar el proceso de la entrada en esa temporada donde toda la existencia estuviera regalando sus detalles a color, la nueva vida que florecía.
Era un nuevo momento que anunciaba, la salida de la encrucijada.
Lancé a los aires ese anhelo de poder seguir viendo el proceso de transformación de ese entorno ¡tan único!, en esta Tierra que gira por ese infinito, tan lejano y sin embargo con sus rayos pone la iluminación en la escenografía y da el sentido de lo sagrado que es la Vida, donde las palabras no existen, para explicar aquello que solo se vive y la boca queda cerrada para poder transmitirlo, para que solo se logre la transferencia de corazón a corazón.
Paso a paso, sin prisas, gozando ese amarillo que irradiaba sobre un fondo azul profundo, índigo, que lo nutría, me iba dejando llevar por lo que allí confluía.
Así fui tomando la decisión de que era el momento apropiado para el retorno, a esas hondonadas y paredes, a esas grietas que uno podía atravesar, a ese cauce del río seco, a ese túnel alambrado que lo precedía, a ese paisaje de otro mundo dentro de este gran mundo, que se apodera del alma para limpiarla, como si fuera abrasivo que hace brincar a pedazos toda esa «melcocha» que el tiempo había juntado, para luego, una vez terminado de pulir hasta lo más profundo del corazón para que su reflejo fuera quien enseñara lo que las palabras se veían imposibilitadas de emitir.
Así surgió la determinación, era el momento propicio para regresar y desandar el camino, hasta ese punto desde donde todo este viaje surgió.
Continuará……..
México
Zapotitlán Salinas
La vida es movimiento continuó y tenemos que tratar de vivirla lo mejor posible sin crearnos ansiedad y siendo nosotros mismos. A mi me gusta comparar la vida con el oleaje del mar o con el cauce de un río, en unos rincones manso y en otros bravo.Un cordial
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Muy bien lo dices, conocernos a nosotros mismos es una de las tareas que tenemos en esta vida, por momentos serena, por momentos agitada, fluir entre sus extremos sin alterarnos es lo que tenemos que aprender. Un abrazo
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¡El desierto es una mentira pacífica que se viste de amarillo! Gracias por estas fotos. Un abrazo.
Las armas son un veneno que corrompe el alma de los hombres.
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Linda frase para comenzar, el desierto amarillo tiene su encanto y atrae con mucha fuerza. Un abrazo
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Sí que relucen, sí.
Y tienes razón, ¡hay tanto que no se puede expresar con palabras!
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El verdadero conocimiento no tiene palabras para ser descrito, pues pierde la esencia con ello, un abrazo
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