ENCUENTRO CON UN MAESTRO
Estaba en mi paseo de las tardes por la playa, después que la tormenta había amainado, dando unos momentos de sosiego, con ello permitía salir a despejarse y respirar aire fresco.
Venía de estar en un encuentro con las gaviotas, mi alma estaba contenta, recreaba lo acontecido, cuando…………. delante de mi mirada a lo lejos apareció un mini cauce y su desembocadura.
Me quedé mirando la escenografía, que había llamado la atención, era nueva en el paisaje, una creación efímera, invitaba a acercarse a ella, era una pequeña zona misteriosa, guardaba algo de mágico, de recién creado, me fui avecinando, con mucho respeto para que no desapareciera el asombro en el encuentro.
Una pareja de teros, aprovechaban que el mini riachuelo había traído en su crecida alimento y estaban en la paz de la abundancia, a pesar del mal tiempo, con ello coronaban el suceso y le daban otra dimensión.

Me fui acercando sin dejar de mirar esa corriente de agua que se interponía en mi camino, cuando de repente un cambio de luz a mi izquierda hizo girar mi cabeza y encontrarme en un rincón de la Naturaleza, con la «civilización» de fondo.

Un pequeño proyecto de duna, me invitaba a sentarme, venía de una larga caminata y el lugar era apacible para hacerlo, disfrutar del momento, en una escena que parecía surgida de un cuento.
Es un pequeño espacio donde un hilo de agua dulce, busca unirse con su destino: el mar, la pródiga lluvia había posibilitado el acercamiento.
Allá fui y me senté, estaba reconociendo el lugar y observándolo con más detenimiento, cuando lo vi venir caminando por el cauce hacia mí, con una cadencia sigilosa, como la de un guerrero, con su cara pintada y las pequeñas plumas que le salían de su cabeza. Enfocado en lo que estaba haciendo.

Fue avanzando, cruzó el canal a través del cual el riachuelo unía dos pequeños lagos en él formados, que reflejaban el azul grisáceo del cielo. Se detuvo por unos momentos y nuestras miradas se encontraron.

Retomó su andar, pausado y lento. Me quedé absorta contemplando los movimientos delicados y armónicos que hacía, los pequeños pasos que daba donde desataba una serie de círculos concéntricos que expandían la mirada de una manera maravillosamente bella; sumergido en un ritual zen llevaba adelante el tiempo de la alimentación.
Delante de mí fue mostrando el rito, la gracia, la sutileza de su andar acompasado, la atención compenetrada, el momento en que hundía su pico en el agua para extraer su alimento, donde la serenidad imperaba.
Como despedida, antes de regresar por donde había venido, como buen maestro yogui, remató el encuentro con una postura de perfecto equilibrio .

Me quedé viendo como desandaba el sendero de agua, hasta que un estruendo se escuchó a lo lejos, una ráfaga de viento rompió el encanto, los cielos dejaron caer las primeras gotas, alertando que era hora de irse, pues la tormenta se desataría en el instante más inesperado.
Las Toscas, Uruguay
Espero hayas disfrutado esta historia…!
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


Muy bello, escribes muy bien. Y las fotos son especiales.
Un abrazo grande para ti
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Gracias Esperanza. Un abrazo
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La playa en Otoño es un lugar maravilloso para encontrar la paz. el río que surge de la lluvia y atraviesa pausado la arena desde un pequeño lago, que hermosa descripción Themis. Describes mi tierra sin saberlo. Y las fotos impresionantes, señal clara de que los animales te consideran su amiga. Un abrazo.
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Gracias Carlos, así es, la playa en Otoño es muy especial, me gusta mucho pues como bien dices se encuentra el sosiego. Un abrazo grande
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Los animales nos enseñan muchas cosas, si nos paramos a observarlos como haces tú.
Hasta a meditar nos pueden enseñar.
Un beso, Themis.
Me gusta mucho leerte y ver tus preciosas fotos.
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Hola Eva, claro que sí, son maestros en muchos aspectos de los cuales necesitaríamos aprender. Un abrazo grande
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