A la Sierra Mazateca llegué por casualidad,
traída por la Vida, que me fue indicando el camino. No tenía ni la menor idea de a donde me dirigía, había sentido hablar, había querido conocerla, sin embargo se fue perdiendo en el tiempo. Hasta que un día el andar me acercó.
Recuerdo la sensación cuando entré a ella. Venía por la carretera que desde Tehuacán, Puebla hay que recorrer para llegar.
Camino árido que cruza el desierto, recto, plano, sin muchas curvas, hasta que se empieza a subir la montaña.

Serpenteando, serpenteando se va ascendiendo,

hasta que en una de las tantas vueltas se ve como el desierto se convierte en un bosque, donde el verde renace y todo cambia de la aridez a la exuberancia, de los cactus a los árboles enormes.


Y ahí en ese pasaje, entre lo seco y lo fresco, muchas veces nos regala un arcoíris que resplandece, volviendo la escena aún más extraordinaria.

Se sube y se sube, por una carreterita que va bordeando el cerro, de un lado está su pared y del otro un barranco que a medida que se asciende no se percibe donde acaba. Me maravilló.

Mirar hacia abajo es algo que estremece, pues se está arriba de los mil metros y se ve claramente la hondonada.

La Sierra impacta, por su hermosura, sus cadenas de montañas que forman como olas de un mar que se desvanece a la distancia, que cambia de tonalidades, a medida que pasa el día.

El color es una de las extrañezas, el paso que se da de un momento a otro, del gris a la luminosidad o lo contrario, cuando la niebla todo lo desvanece.

Las luces que se pueden percibir, las pequeñas islas que se crean por los rayos del sol que las bañan, hay veces que se enfocan como reflectores y resaltan una mínima parte del paisaje volviéndola mágica.

Captar, llegar, sentir, cazar esos minúsculos fragmentos de luz me apasiona, pues me va adentrando en pequeños mundos dentro de esa inmensidad que pareciera toda igual.

Es como bucear en ella, sumergirme; desde que lo percibí me ha asombrado la sensación similar que hay entre el fondo del mar y las montañas. Hay momentos que las coloraciones se asemejan y las formas también, en última instancia los arrecifes son eso, montañas bajo el agua, que muestran la Eternidad que reflejan.
Espero hayas disfrutado este paseo…!
Si te gustó te agradecería que me lo hicieras saber, que lo compartieras con otros .
Conocer tu opinión es algo que me interesa mucho…!
Así mismo te invito a que te des una vuelta por el blog, donde también encontrarás otros posts que te pueden atraer.
GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


En realidad que excelentemente narrado. Así con ese mensaje dan ganas de subir al nido de aguilas «Tejao» Pueblo Magico!, por todas la bellezas que aflora y esconde.
Te faltó describir el colorido de los huipiles, sus caidas de agua, sus pequeños pero hermosos rios, sus cuevas [una de ellas está en séptimo lugar mundial, sus zotanos de los cuales no sabemos su profundidad, y de su fauna casi desconocida.
En fín todavia hay mucho que descubrir de este lugar tan mágico el cual no solo te alucina con la psilocibina de sus hongos, sino también te cura de muchos de tus males al ingrrirlo apropiadamente!
Saludos amigo. Me gustó tu narración y la compartiré con mis amigos y paisanos mazatecos.
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Así es, subir al Nido de las Águilas con sus hermosos cielos, sus nubes que entran por la cañada y crean un mar digno de admirarse.
Falta mucho por escribir acerca de este lugar , sus fiestas, te dejo un link que es sobre la Guelaguetza
https://blogdethemis.wordpress.com/2016/07/20/oaxaca-la-guelaguetza-en-la-sierra-mazateca/
y todos los rincones que en ella se encuentran, poquito a poco.
Por si te interesa dentro del blog encontrarás otras entradas sobre la Sierra Mazateca.
Gracias por compartir este bellísimo lugar. ¡Feliz Navidad!. Un abrazo
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