CIUDAD DE MÉXICO: EL AUDIORAMA

DONDE LA MÚSICA SECRETA SE ESCONDE

Era un día de descanso, no recuerdo bien con motivo de qué acontecimiento, estaba en la sala del departamento de la Colonia Roma sentada leyendo como era común que sucediera, con un café en la mesita ratona, junto a él un cenicero, infaltable en aquella época, donde fumaba como chacuaco, un cigarrillo Sport Suave, que era la marca que había seleccionado, en la mano y un libro en la otra.

Me habían dado una cantidad de ellos, casi todos mexicanos Rulfo, Paz, Fuentes, Sor Juana, Mastretta, Carlos Castañeda que si bien no era mexicano, había escrito mucho sobre el mundo «escondido mágico» de México, otros de historia, y otros que ya ni me acuerdo.

-Para que te des una idea de a dónde llegaste- me dijo mi hermano, siempre muy presto a introducirme en el mundo como lo había hecho desde que éramos niños.

Al rato habíamos quedado en salir, ya que en sus momentos libres me acompañaba a ir descubriendo a ese gran monstruo, no recuerdo a dónde, me llevaba a lugares insospechados y como lo hacía cuando era niña, me dejaba guiar y cuando él no podía me mandaba a algún lugar para que conociera.

-Apróntate, que ya nos vamos- me dice- lleva algún libro, tu libreta de apuntes o lo que sea, pues te voy a dejar en un lugar mientras voy a una cita y luego nos vamos a recorrer.

Salimos, nos subimos a ese «bochito» gris, el gran transporte que nos daba la posibilidad de andar de un lado para otro, nos sumergimos por las calles de esta gran ciudad, tomamos la guapa Avenida Reforma rumbo al Bosque de Chapultepec, ese  Jardín de Moctezuma, uno de los  pulmones de la Ciudad de México.

En un momento estacionamos el auto, nos bajamos y tomamos un camino entre árboles y llegamos a un espacio que se me hizo de una gran belleza, mágico, que se abría frente a mis ojos, un pequeño rincón donde la Fuente de la Templanza apareció.

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Detrás de ella, el gran tronco del ahuehuete que plantó Netzahualcóyotl, «El Rey Poeta», «El Señor de Texcoco», a petición de Moctezuma, el último Emperador Azteca, llamado por ellos «El Centinela», hace más de 500 años, ahí estaba, «El Sargento» como se le conoce en la actualidad, cuando fue rebautizado por los cadetes del Antiguo Colegio Militar que se encontraban en alguna época en lo que hoy es el Castillo de Chapultepec y que está cerca.

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También en ese lugar misterioso y secreto, hay una cueva, que según decían los ancestros es un túnel de entrada al inframundo, un portal en donde siempre hay una veladora prendida para ofrecer luz a los espíritus.

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Entre ellos muy reservado, como no queriendo pasar desapercibido, esperando que algún aventurero osado y en busca de algo nuevo lo descubriera, estaba el Audiorama de Chapultepec, el primero que visitaría en mi vida y que me cautivó, ese estar entre árboles y naturaleza, en un lugarcito escondido, rodeado de silencio, donde la música clásica con una suavidad y una acústica que impactaba, te llevaba a otra dimensión, lejos de todo, sumergido en tus pensamientos o acompañado de un libro o de una libreta donde volcar todo aquello que nacía de ti mismo, se volvía una catarsis y un olvidarte del tiempo.

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Una terapia sin discusión donde la ansiedad, se iba diluyendo y la paz se hacía cargo de tomar las riendas.

Buen rato estuve en él, que se pasó sin ni siquiera sentirlo.

No fue el único que conocí, sino también un día me llevaron mientras esperaba que pasaran por mí, al del Parque Hundido, que se volvió mi fascinación y lugar donde estabilizar los desequilibrios que a veces el cambio abrupto de panorama de vida provoca, pero esto es otra historia… tal vez… algún día, la cuente.

***

Caminando, caminando, recordando, recreando, sumida en un viaje donde hasta las luces cambiaban, de repente la noche se había presentado en un lugar obscuro del cañaveral que frente a mí tenía y que un farol iluminado le daba esa sensación de penumbra y que invitaba a atravesarlo tomando un tímido pasaje.

*

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Con una sonrisa estampada en la cara, la melancólica alegría afloraba, se hacía presente, creando esos puentes de luz que transmitían los sentires de cada época como si no hubiera sido otra cosa que un continuo.

Acepté esa invitación de las señales y me metí por él.

Así llegué al Audiorama y me llevó aún más a mis comienzos, a mis pequeños rincones de escape, que el tiempo había hecho que proliferaran para amansar en una parte a esa población que cada vez menos puede hacerse cargo del estar en equilibrio en la turbulencia a que esta forma de vida la somete y esto era y es, una manera de amansar la locura.

Una gran sonrisa aún más desplegada se dejó ver, detrás del cubrebocas que no me lo saco, aunque con consciencia como dicen que no sirve para nada o tal vez, para esconderme detrás o como herramienta psicológica que lo único que hace es engañar al cerebro y que se sienta protegido.

«Qué se yo»

-Mi amansa loco de otro instante- dije para mi adentro, a ver si por esas casualidades, mí misma se le ocurría asomarse, sin embargo no tengo esperanza de ello. Ahí la vida como jugándome un chistecito me lo presentaba.

-¿Querés recapitular?, ¿segura que es eso lo que querés?- me decía en la mejor pronunciación rioplatense, como una burla de aquel acento que ya no existía en mí, o ¿si existe?, muy guardado en algún recoveco o mezclado con el del país de acogida, marcando claramente que ya no soy de ningún lado, como decía otro poeta, Facundo, que también se viene a mi cabeza:

«No soy de aquí, ni soy de allá, no tengo edad, ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad»

-Mirá que después no hay marcha atrás. Si te metés en ello, no hay arrepentimiento, mejor soltá, entrá, dejá que tu adentro vaya marcando lo que necesitás que se aparezca…..

-Jajajajajajajja- me agarró la risa-«Loca ella, loca yo»

La «Balada para un loco» se me volvió a aparecer, en eso estaba, no eran «las naranjas del frutero de la esquina quienes me tiraban azahares», era esa locura que me nutría, que se hacía cargo en este final de la vida, que me invitaba a:

-«Trepáte a esta ternura de locos que hay en mí
Ponéte esta peluca de alondras y volá, volá conmigo ya
Vení, volá, vení»

Crucé el umbral y entré, la música me llevaba, esa voz femenina dulce y armoniosa con una suavidad que embelesaba y hechizaba a aquel que la escuchara.

*

*

El espacio me fue envolviendo, entre la sorpresa del encuentro, la maravilla de lo inesperado, el alcance interno que iba teniendo ese alrededor que me circundaba, que me hacia viajar de adentro hacia afuera y viceversa, que lo que era más, no había uno ni otro, ¡¡¡eran lo mismo!!!, todo en esta vida va y viene en el mismo instante.

Ese sentir que muchas piezas iban cayendo en su lugar, sin ningún esfuerzo para que así fuera, sin darle chance a que la mente se hiciera cargo de enfocarlas o de darle interpretaciones, muchas veces nocivas, nacidas de esos conceptos anquilosados en el tiempo y hasta vueltos tumores, que solo esperan el momento oportuno para hacerse presentes. Esos  a los que había que barrer de un escobazo pues no dejaban a las posibilidades nuevas que acorde al instante que se está viviendo, pudieran brotar.

Un camino de empedrado se presentó delante, diferentes lugares para sentarse, esparcidos por el espacio.

La música adormecía mis ansias, esa voz femenina hipnotizante, me tenía cautivada, me conducía, no me dejaba, había aceptado el reto, bien advertían no había marcha atrás.

La osadía tiene que ser parte de la vida, no dejarse apesadumbrar por los sucesos que acaecen, sino encontrarles esa enseñanza y evolución que detrás está solapada, aunque cueste, aunque se vaya la existencia en ello. No rendirse, entrar en el remanso del agua que frente a los obstáculos no se detiene sino que va y viene, tomando impulso, haciéndose más fuerte y sobrepasándolos  para seguir en el fluir y adaptándolos a lo nuevo que se le presenta, pudiendo tomar la forma del espacio que la contiene sin dejar de ser ella.

Unos pedazos de  troncos incrustados en el piso que hacían de pasillo para no hundir la pisada en la tierra, me fueron llevando a un gran baúl, como el de los piratas, donde guardaban en él el gran tesoro, en este no eran las monedas de oro y las joyas, eran: ¡¡¡ libros !!!.

*

*

Me acerqué, dentro había obras en diferentes idiomas y enfrente, unos anaqueles, donde se desplegaban más libros, tanto de niños como para adultos.

*

*

Miré un rato lo que había, sin embargo mi intención era sentarme en algún lugar y sacar mi libretita, esa nueva que había adquirido y escribir, escribir, como en los viejos tiempos, cuando la computadora no apresaba al corazón y lo volvía su esclavo, sino que las palabras fluían en una hoja en blanco.

***

Todas las citas que aparecen en comillas que no las precede el nombre del autor, son de:

«Balada para un loco», tango compuesto por el músico argentino Astor Piazzolla con letra del poeta uruguayo Horacio Ferrer.

CONTINUARÁ…

MÉXICO

ABRIL 2024

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8 comentarios en “CIUDAD DE MÉXICO: EL AUDIORAMA

  1. Una maravilla de paseo. Aquí, que yo sepa, no existen esos espacios para escuchar música rodeados de naturaleza. Pasaría muchos ratos en ellos si los hubiera.
    Y, como siempre, dices cosas muy bonitas que sirven para vivir mejor y que me llevo de regalo.
    Gracias, Themis
    Abrazos!!

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    1. Creo que no hay en España, aquí se han reproducido en la ciudad, como que hay en parques y zonas que antes no había, es muy bueno eso, pues te dan un lugar para desafanarte, olvidarte un rato del mundo, sentado cómodo, leyendo o escribiendo y sencillamente meditando. Lo único malo es que no se puede entrar con café, eso lo haría la máximo. Gracias Eva por pasarte, me alegra mucho saber de tí, y me encanta que te lleves algo para tí, Abrazo grande, bien grande

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  2. Hola, Themis, a ver si pasadas unas horas me deja contestar y no se bloquea, qué cosa más rara pasó…

    Me encanta el audiorama, me parece un lugar idílico para escribir y me encantaría visitarlo. Me ha gustado más el segundo que describes que el primero, en este veo los bancos demasiado juntos como para crear cierta relajación y desconexión, pero el segundo con esos columpios, la separación y, además, la pequeña biblioteca. Una maravilla.

    Afortunada por visitarlos. Gracias por mostrarlos.

    Un abrazo. 🙂

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    1. Hola Merche, el primero no se como estará ahora, ni de cuando son las fotos ya que las saqué de internet, antes cuando yo lo conocí eran muy diferentes. Todos tienen bibliotecas ahora, tal vez un día cuando vaya a Ciudad de México, visito el primero y ya nos desasnamos de cómo está ahora. Gracias por tu comentario, abrazo grande

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    1. Claro Maty, hazlo busca para ver que piensan otros, pues yo viajo con mi mundo de fantasía conmigo, tal vez, un poco lejos del mundanal ruido, con ese dejo infantil de transformar el mundo en aquello que uno quiere que sea para ese juego incesante con él. Abrazo grande y de cualquier forma visítalo y disfruta un rato dentro de él, cierra tus ojos y déjate llevar.

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