Señales de Luz en el Polvo del Camino
El 2025 se desvanece… se va tranquilo y calmo, a paso de tortuga. Avanza sin apuro, sin prisas; y, sin embargo, late en él el ritmo del delfín, ese que fluye con su paso ondeado bajo las aguas, tomando vuelo para remontar al cielo. Se eleva como un ángel que, tras cumplir su misión, parte rumbo al infinito: coronado de estrellas, de astros, de soles, que son lo mismo en apariencia y no lo son, y sobre todo, de ese vacío sagrado que cobija al espíritu con una serenidad eterna, de gozo y de consuelo.
Tres símbolos, tres regalos que moraron como protectores. Llegaron para que los tuviera junto a mí, para que, de vez en cuando, los invocara cuando algo flaqueaba, cuando la tristeza abría un hueco o cuando el alma precisaba una cobertura para guarecerse dentro. Son esas conexiones inexplicables que no requieren lógica; ni siquiera se ponen en entredicho, ni se hace estrépito de su aparición. Solo había que agacharse y recogerlas.
Todo surgió un día a principios de año, caminando por la carretera. Quién sabe a dónde iba… pero cada vez que me acerco a ella, algo dentro se estremece. Es un punto oscuro, un lugar donde se siente que la protección no alcanza; parajes aciagos de sombras e inseguridad. Y allí apareció ella, brillando como una pequeña estrella de oro apenas suspendida sobre el suelo.
Me llamó. Me incliné y la tomé. Traía consigo su cadena, delgada y suave: una tortuga. Ella me recordaba el deber de avanzar despacio, con constancia; me susurraba que poseo un refugio seguro dentro de mí misma. Sin importar la tempestad, llevo mi casa conmigo; en ella habita la sabiduría, la paz interior, la longevidad y esa conexión con la Tierra que nos otorga la estabilidad para seguir el camino.
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Otro día, a mitad del año, en el instante previo a cruzar el umbral de mi casa, surgió otro punto de luz. Esta vez era un azul celeste, un irradiar que se asemejaba al cielo cuando nos muestra su eternidad infinita y nos perdemos en ella. Era un dije de ángel. Otra señal de amparo y guía espiritual; la gracia pura de encontrarlo. Era un mensaje simbólico: no estoy sola. Debía seguir el sendero adecuado, custodiada por mis ancestros, esos que emprendieron el viaje al otro lado del portal pero que aún permanecen cerca, velando el rastro.
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El último encuentro ocurrió el día que fui al parque, cuando las luces de esta nueva Navidad se encendieron. Estaba embebecida mirándolas, caminando bajo esos túneles de destellos que juguetean y otorgan un cariz de cuento a la existencia. Al salir del pasadizo, una luz verde resaltó en el piso, tan fuerte y vibrante que me detuve. Parecía el verde Anahata, el color del chakra del Corazón: el verde sanador de la compasión y el amor.
Una gran sonrisa brotó de mí; me sentía en ese Belén de luces, habiendo atravesado un pasaje hacia otro mundo dentro de este mundo. Me agaché, y solo al tocarlo descubrí que era un delfín.
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Llegaba para cerrar y para abrir, ya que todo es un continuo. Un amuleto para el ciclo que inicia, en conexión con la naturaleza, el mar y la espontaneidad del juego. Es la alegría que sentían los antiguos marineros en la inmensidad del océano al verlos; el delfín les pedía no desfallecer, pues eran la señal de que la costa estaba cerca. Símbolo de resguardo, suerte y bienaventuranzas.
Su inteligencia y astucia nos enseñan a surcar mares aciagos con intuición, resolviendo el destino con eficacia. Nadar con la corriente, nunca en contra; fluir en lugar de luchar. Aceptar los obstáculos como maestros para aprender a sortearlos con ligereza, aunque el camino se alargue. Con ellos, la armonía nos permite navegar el oleaje como si flotáramos, hundiéndonos cuando sea necesario para cultivarnos, finalmente, aprender a respirar bajo las aguas.
La renovación se acerca. Reconectemos con nuestro verdadero ser; entremos en el nuevo año con propósito y claridad. La oportunidad de liberarnos de las cargas no está afuera, sino en nosotros mismos. Aboquémonos al despertar: que la libertad no sea impedimento en el encierro que nos rodea, pues nuestro espíritu, si lo permitimos, está alerta para proveernos de paz.
Perdónate, acéptate y disponte a florecer.
Equilibra y armoniza tu entorno. El camino busca la sensatez entre todas las cosas, incluso el arte sagrado de habitar dos mundos a la vez. Usa estas herramientas, el refugio de la tortuga, la luz del ángel y el salto del delfín, para sembrar gracia y belleza en cada rincón de tu existencia.
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Que este nuevo ciclo sea una ofrenda a la vida.. Que aprendamos a leer el lenguaje de los astros y el de la tierra, y que cada alma encuentre, por fin, su puerto seguro en la eternidad del espíritu.
Bendiciones para todos y que descubran la luz en lo pequeño.
¡¡¡¡¡¡ ENHORABUENA AL AÑO NUEVO !!!!!
MÉXICO
DICIEMBRE 2025
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BUENAVENTURA EN EL AÑO QUE SE ACERCA
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!

