EL PSIQUIÁTRICO EN ACCIÓN
Había llegado a la gran ciudad, un día de esos en que el calor estaba que derretía lo que se le pusiera delante, no fue un viaje largo, tardó lo justo lo que siempre se tendría que demorar, cuando no se les ocurre a los buenos administradores mandar a reparar la carretera en la hora de mayor afluencia de autos, de autobuses, de camiones que cada día brotan más como si hubiera una epidemia de ellos, todos juntos uno detrás del otro, cosa que muchas veces es imposible adelantarlos y hay que seguir su ritmo de grandes moles que se desplazan.
Eso sí, entrar a la ciudad, eso, ya fue otro cantar. Venía medio adormilada cosa extraña cuando viajo sin embargo, el sueño acorta cualquier trayecto y bendice las distancias. De repente un sonido atroz de esos que hacen que cualquiera brinque como el de los picapedreros, me hizo abrir los ojos abruptamente y ahí me encontré con esas obras monumentales que nunca faltan en esta ciudad, la Capital del Imperio, la Ciudad de los Palacios, la gran Metrópolis de México.
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Seguían construyendo esos puentes enormes, altísimos para dar más movimiento a ese tránsito que debajo estaba enlentecido, claxonando como buenos intérpretes de las ansias urbanas, de esa locura que se empezaba a colar por todas las rendijas.
A lo lejos se veía una cortina gaseosa que teñía la atmósfera, que se comía a las montañas y desdibujaba el paisaje de cientos de casas una al lado de la otra que se extendía y extendía como si no tuviera fin y hacia que se volviera fantasmagórico, mientras un estruendo infernal se apoderaba de mi espacio vital:
-Ni modo, hay que entrar a este gran teatro de gritos, ruidos ensordecedores, de cortinado de neblina, de olor penetrante y por lo que se mira: un desquicio.
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Me acomodé, ya no se podía hacer nada, había que ingresar a esa locura que frente a mis ojos se desarrollaba, mientras uno de esos cablebuses o como se llamen pasaba por encima sin ningún detenimiento.
Venía de otro lugar, y no solo eso, también de otro época lo que hacía que me viera sumergida en esa escena sacada en apariencia de una historia en la que el tiempo y el espacio se entrelazaban de una forma surrealista y ni se diga caótica.
Ese cablebús que pasaba deslizándose en las alturas, como un espectro que añadía elementos a mi presente, parecía invadido por ecos de estaciones futuras, tan remotas de donde mi yo había salido. Ganaba terreno en mi mente la sensación de estar a punto de sumergirme en un mundo diferente, donde lo cotidiano ya no aplicaba, donde todo cambiaba con cada nuevo algoritmo que se le insertaba o que ya por si mismo iba creando. Era como si esa máquina danzara una coreografía enmarañada que guardaba en sí misma su propia lógica de ser, donde los elementos en constante transformación desbordaban mis sentidos y desafiaban mi comprensión del ahora y del cómo se puede vivir inmerso en ello.
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El futuro que me alcanza, el gran psiquiátrico, la atmósfera, teñida de esa nata que la volvía espectral, reflejaba no solo en una gran congestión física del lugar, sino también en una especie de añoranza por lo que se había perdido en esa voragine del progreso, ese teatro alucinado se convertía en ese símbolo de la modernidad desbordada, de ese mundo imparable que pensaba muy fuera de sí mismo, que avanzaba y con ello arrastraba las historias, las voces y las vidas de quienes quedaban atrapados en su paso.
Todo siguió hasta llegar a la terminal donde, cuando iba a descender me sorprendió la amabilidad de un hombre joven, que tomó una de mis mochilas y me ayudó a bajarla.
Se lo agradecí y me regaló una gran sonrisa.
Buena fue la bienvenida, una señal de que entre la locura y los buenos encuentros se iba a desarrollar la estadía.
Tomé el taxi de la terminal a mi destino, al salir lo primero que sucedió es que nada se movía, todo el tránsito estaba atascado y ni se diga la ansiedad que corría entre esas filas de autos parados, donde el gran concierto de resonancias de la ciudad se desató.
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Un gran tapiz sonoro, mezcla de sonidos urbanos, culturales como ese vendedor que pasaba entre los autos con su pregón: «Agua fresca, agua fresca recién sacada del hielo, a 20 a 20» y desde las ventanas de los autos se extendían los brazos con su dinero en la mano. Las voces se multiplicaron, era un gran tianguis entre ruedas que todo lo comerciable y antojable en ese instante allí se encontraba, los colores adquirieron un aspecto más vibrante, el sol reflejado en esa nata, daban la idea de rayos reflectores que hacían y creaban una iluminación cegadora que parecía que floreaba y marcaba a dónde dirigir la mirada en ese ritmo frenético de la gran ciudad.
Las motocicletas pasaban a los lados, teniendo su camino libre, al igual que la bicicletas que por todas partes pululaban, el chófer me imagino que viendo mi cara incrédula, que miraba para todos lados, hizo esa pregunta tan sencilla pero cargada de curiosidad.
– Perdone y usted, ¿de dónde viene?
-Del desierto
-Y, ¿cómo ve la ciudad?
-De locos
Se rió y ahí nos enfrascamos en una deliciosa plática, donde me fue contando lo difícil que estaba la gran urbe con el calor, las contingencias ambientales, la violencia y todos los males que la aquejaban.
-Ve ahí donde se aglomeró toda esa gente-un espacio en un parque donde cantidad de niños dejaban escapar sus gritos de alegría- son como piscina que pusieron para los pequeños para que puedan soportar estas olas de calor que están haciendo. También hay puntos donde les dan agua para que beban y no se deshidraten, sobre todo en estas zonas donde no son de personas muy acomodadas. Eso lo comprobé luego donde repartían vasos de agua para la tercera edad y los niños sobre todo y prácticamente cuando se pasaba cerca de ellos insistían para que se tomara uno.
Platicando, el tiempo fue pasando y llegamos a mi destino. Me había sumergido sin ansiedad, con una mirada quizás de extraterrestre que venía de la misma Tierra, en ese organismo que parecía vivo, que respiraba un gel pegajoso entre los ruidos de esa tropósfera extraña y envolvente.
Un desafío… ¡¡¡BIENVENIDOS!!!
CONTINUARÁ…
MÉXICO
ABRIL 2025
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¡¡¡ALEBRIJES!!!, ¡¡¡ALEBRIJES!!!
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


¡Hola Themis! Oye niña, que me ha parecido un cuento de terror. ¡Y aquí vivo! Pero sí, es la locura total. E igual que Ana, AMO mi ciudad. Mucho. Aunque si en estos momentos tuviera que hacer y a vida laboral y de largos traslados, no imagino poder aguantarlo. Oye, ¿Fue ese día en que me dijiste que venías? Y ya leí que estuviste en Templo Mayor, NO hay salida alguna a la que no saques todo el provecho del mundo y le busques un buen lado.
Muchos abrazos, aunque nada caóticos. Deseos de PAZ enmedio de toda esta locura. 🤗☺️🌹🌹☺️🤗
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Y verás lo que sigue, más allá, que al final el terror se vuelve risa y todo un descubrimiento, está terrible con cada vuelta que doy, cada día está peor, no decrece, aumenta, la locura y el caos.
Sí fue el día que dije que iba para aquellos rumbos. Estuve en el Templo y en muchos otras lados, hasta exposiciones miré, entre a museos, algo extraordinario para mí.
Ya verás todo lo que esta salida dejaron plasmadas.
Abrazo fuerte, sin caos, con el aire límpido de mi pueblecito y su calma y relax.
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