EN BUSCA DE LAS ÁGUILAS
Solo necesitamos aprender cuando entrar y cuando salir.
Al cruzar el umbral del teatro nos envuelve una atmósfera mágica, donde las luces danzan y las sombras juegan al escondite. Los reflectores naturales nos van mostrando que entramos en ese espacio vacío, dejado por esa divinidad que se percibe en todas partes, que nos envuelve, esa, la que nos hace sentir parte de sí misma, que nos revela con sus destellos que ellos son lo más importante.
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El aire es fresco, impregnado de un leve aroma a envejecimiento, estamos llegando sin darnos cuenta a historias pasadas que llevamos dentro. Tiritas. El suelo de piedras frío y disparejo bajo nuestros pies, cuenta secretos de innumerables pasos previos, mientras pequeños charcos, como espejos de lo efímero, reflejan la grandeza de un escenario que parece cobrar vida.
Las luces, tenues y titilantes, se deslizan suavemente sobre las paredes, creando un juego de contrastes que transforma cada rincón en un universo paralelo. Los reflejos en los charcos parecen murmurar, como si el suelo mismo tuviera voz, recordándonos las emociones de aquellos que han estado aquí antes y los sueños que se han tejido entre balbuceos.
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A medida que avanzamos, el murmullo del público pétreo se convierte en una melodía casi hipnótica. Cada rincón del teatro nos invita a sumergirnos en un relato sin fin, donde los personajes emergen de nuestras propias sombras, a través de todos esos roles que hemos jugado y que creemos que eso somos, que ahí radica nuestra grandeza o nuestra inferioridad, de acuerdo a como nos juzguemos o al sube y baja de esas emociones que ellos encarnan.
Esas que a pesar de que el camino cada día pide más sencillez y humildad nos llevan a querer seguir jugando ese papel de que llegaremos a perdurar en esta eternidad. Trascenderemos, seremos o mejor dicho somos frente a los otros, pues siempre tiene que haber un alguien o algo fuera con los cuales poder compararnos para así ubicarnos en la tierra y con ello ufanarnos sintiéndonos lo máximo en todos esos momentos en donde «el tuerto es rey» o lo contrario….
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¿Cuántos papeles hemos desempeñado?. ¿Cuántas máscaras hemos blandido en nuestro rostro?, ¿Cuántos disfraces hemos vestido?.¿Cuántas mañas hemos elaborado para dar a entender lo que no somos? y en la tristeza cuando nos sentimos en la cumbre de un público que nos aplaude y nos vitorea, somos como el payaso, que llora en ese vacío que el mismo creo, pensándose que al tapar sus vulnerabilidades con la risa y el encanto, estas desapareceran, sin darnos cuenta que es justamente a través de ellas donde se abre, se erige el viaje hacia nuestra esencia, por ese sendero del autodescubrimiento, que nos pide contestarnos las verdades enredadas en las telarañas que creamos para apresarlas.
Saber que nuestra vulnerabilidad no es debilidad, sino la puerta abierta a la autenticidad y que cada tropiezo y caída son lecciones valiosas para alcanzar esa serenidad de espíritu.
-Pasa, entra no te de miedo. Quítate la máscara, desnúdate, muestra tu rostro en ese espejo natural que te reflejará a medida que pierdes los disfraces, los soy y te sumerjas en ese estoy siendo, en lo que en este momento se te está abriendo, para desaparecerlo y simplemente, vivir, despertar en el encuentro.
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Frente a ese panorama que te rodea donde las paredes se van encogiendo, se cierran, parece que te quieren atrapar, juntarse contigo en el medio, lapidarte. Te van llevando por un callejón cada vez más estrecho, que se obscurece, donde el viento corre por él, ese viento que congela, que hace que temas, te muestra que eres ¡tan poco en esa inmensidad!.
Quieres darte vuelta, desandar tus pasos, regresar, olvidarte del delirio de todo eso, sin embargo, recuperas tu fe en este instante, sigues, hay algo que te atrae, una luz a lo lejos, esa luz se convierte en la protagonista de una obra eterna.
Es un espacio donde el tiempo se detiene, escarcha y cada paso que damos resuena en el eco de la historia, esa historia que nos contamos, que vamos puliéndola como más nos conviene, de acuerdo a lo que las circunstancias nos piden o los años vividos donde las moldeamos de acuerdo a lo que necesitamos, a lo idealizado, al dolor que dentro guardan y que queremos exterminarlo o sencillamente, de acuerdo al interlocutor que tenemos delante, actuarlo.
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Las historias van cayendo a pedazos, derretidas por esa luz que aparece, como capas que sostenían ese relato que te creías, víctima tal vez o por el contrario el gran señor o señora del Universo.
Te sientes desnudo, la vergüenza te toma y como Adán o Eva en el Edén te quieres cubrir con tus manos, sin embargo no las tienes, no hay forma de ocultar y ver, quién eres.
Eso sí nos recuerda que, en este lugar, la realidad y la fantasía se entrelazan de manera sublime.
Miras para arriba y ahí te encuentras con esa pared casi vertical dividida entre una parte iluminada y otra oscura, las piedras mismas están pintadas para reafirmarla, se te hace simbólica, un reflejo de ti mismo, más aún cuando está llena de vida los cactus columnares crecen entre rocas, camino al cielo, no se detienen, no reclaman nada frente a lo dificultoso del lugar de su nacimiento, por algo tuvieron que nacer ahí, aprender a abrirse paso y sobrevivir.
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El callejón se abre, la luz llega, se vislumbra, la opresión se desvanece y un suspiro profundo y liberador enciende tu interior, te das cuenta de tu esencia infinita, ¿qué más puedes pedir?.
Una voz te despierta y te saca de donde estabas, de ese teatro misterioso en donde ni siquiera te importa como llegaste a él, ni que te llevo.
-Allá arriba, están los nidos de las águilas, uno de ellos es, ese puntito negro que se ve bajo el hueco- señala.
Levantas tus ojos, buscas esa morada de la reina de los cielos. Ella no está.
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No importa, no es lo relevante, sino el volverse una de ellas, elevarse por encima de las adversidades, enfrentar las tormentas abriendo las alas para que el viento nos empuje hacia arriba, volvernos sabios, intuitivos y lograr la libertad de espíritu que es la que cuenta, confiar en el Creador y en sus designios y así como él dijo:
«…tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas»
CONTINUARÁ…
MÉXICO
MARZO 2025
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Hola Themis,
Muchísimas gracias por este relato, «EN BUSCA DE LAS ÁGUILAS». Me ha llegado mucho esa reflexión sobre la vulnerabilidad, no como debilidad, sino como la puerta a la autenticidad. Es valiente desnudarse y quitarse las máscaras en ese «teatro» o en ese «callejón estrecho» que describes tan vívidamente. Y el símbolo final de las águilas, de elevarse a pesar de las tormentas, es una imagen preciosa y llena de esperanza.
Un texto que invita a la introspección y a no temer el propio camino, por árido que parezca. ¡Qué ganas de leer la siguiente parte! Gracias por compartir tu búsqueda.
¡Un fuerte abrazo!
-Miguel
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Hola Tarkion, gracias mil, sacarse las máscaras e irse integrando, aceptarse tal como se fue y se es y abrazar lo que vendrá, es el camino sencillo y simple, y buscar esa punta sublime que nos guía que nos regala esa espiritualidad que libera. Caminar por nuestro sendero que si estás abierto y no quitaste los preconceptos de la cabeza y los deseos recibes mucha abundancia en lo que supuestamente sería carencia para quien lo ve con otros ojos desde el afuera. Abrazo grande
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