EL DESIERTO SE EMBLANQUECE

BLANCA NAVIDAD

Me levanté temprano había que ir a la ciudad, a ese Tehuacán que cada día lo visito más, después de mucho tiempo que me mantuve alejada.

Más allá, llegué tarde a tomar el camioncito y ya se había ido. Me senté en la carretera a ver qué sucedía. Pasó una camioneta repleta. Otra, igual, sin suerte.

Dijeran en mis otros pagos, «mal día pa´l gaucho», sin embargo, lo mejor era esperar, sin desesperar, total, qué más había que hacer, así es la vida y si había que hacer algo: «ya fue».

Ahí estaba cuando allá a lo lejos veo aparecer un camioncito de esos de comunidad, viejito, viejecito, de los que vienen de otra época, con gran esfuerzo llega, se detiene y me subo.

Partimos y veo como al arrancar suelta una bocanada de humo negro, negrísimo que como traía la puerta abierta y yo estaba sentada adelante, tuve que contener el aire para no tragarlo, más allá que el aroma a huevos podridos, alcantarilla inundó el espacio.

Ahí siguió, entre ¡COF!, ¡COF!, hasta que llegamos a una pequeña cuesta. Describir lo que le significó el hacerla, pienso que no hay palabras precisas que lo narren, decir que iba a paso de tortuga, suena a frase hecha, que parecía que en cualquier momento finiquitaba su estar por estas tierras, podía ser un poco más apropiado.

-¿En qué me subí?- dije, ahí hablando con mi misma, para certificar que había alguien.

-Acaso, ¿no te diste cuenta que era más viejo que Matusalén?- me contestó un poco fastidiada

Bueno, eso sí, más aún que otros a los que ya me he subido, sin embargo…..

Ahí iba el pobre, trépese y trépese por las pendientes que cada vez se le hacían más abruptas y con más dificultades, no dejaba de toser, tosía, tosía como el fumador cuando se levanta en las mañanas o la resaca que deja el COVID, donde agarra el acceso y no para.

Me concentré en el paisaje, veía como las flores amarillas que invaden el desiertos en ese mes de muertos, iban desapareciendo y dejaban paso a ese arbolito que florece blanco, anunciando que ya la Navidad está cerca.

*

*

Con mucha timidez se asomaban, delicadas, dulces, era hermoso verlas.

Ahí íbamos, entre los ¡COF!, ¡COFES!, del pobre ancianito, cuando de repente se levanta una pasajera y le dice al chofer:

-¡Pare! aquí, a ver si va a subir Pedro

-No puedo- contesta

Ella sigue hablando y él duda y al fin para.

Baja ella y otra chava con una bebé en brazo, las bolsas, todo lo que traían, ahí se meten dentro de una construcción que había, a los gritos llamando al susodicho. Nadie sale. Pedro no aparece. Vuelven a gritar más fuerte y la respuesta es la misma. Da media vuelta y se acerca al chofer, que estaba tratando de ver algo en el motor del autobús.

Sube, trata de encenderlo y suelta como si fueran los últimos estentores, una respiración jadeante, ronca, con un silbido, había entrado en la agonía y ¡PUAF!, en un instante, se desplomó, soltando el último aliento.

Ahora sí, dio de sí. No volvió a responder.

Mientras aparecía Pedro, que algo se traía parece que no iría, molestas las mujeres se vuelven a subir cargando todos sus tiliches y se acomodan.

Las flores blancas se veían frente, las miraba, esa sutileza, fineza con la cual se movían cuando una leve brisa las acariciaba.

*

*

De repente, viene otro camión también de la edad de la plenitud pero con menos años, mostraba su gallardía. Se baja el chofer y juntos con el otro comienzan a buscar la falla, en un santiamén parecería que solucionaron el problema.

Arranca y ¡vaya cambio!, lo rejuvenecieron, la tos había desaparecido, el muerto había resucitado y del susto se había despertado y quería seguir sirviendo.

Ya estaba queriendo volver a la carretera, cuando se levanta un matrimonio.

-Aquí bajamos- dicen

-¿Ahora?- dice el chofer- cómo cuestionando, el por qué no se bajaron antes

-Sí, aquí- contestan con mucha determinación

Duda como temiendo que ya no quiera volver a arrancar, sin embargo los bajó, en plena carretera. No sabía decir que no o conocía a su gente.

Entre flores blancas, dulces, tiernas, etéreas, de una suavidad que embelesa, que hace que el corazón se nutra con su belleza el viaje prosiguió, cada vez aparecían más, nos envolvían.

*

*

Todo siguió muy bien,  empezó a andar como si le hubieran quitado treinta años, corría por esos caminos áridos del desierto, con un sol que ya comenzaba a arder, él iba como si el renacimiento le hubiera prestado nueva vida.

Blanca Navidad, que se viste con ese color para dar paso a lo espiritual, lo divino, que alude a la nieve, más allá que en esta zona árida llena de cactus son estas campanitas albas quienes caen como copos y dan armonía y exquisitez a la época.

¡Vaya locura! de viaje, siempre hay algo para contar.

MÉXICO

NOVIEMBRE 2024

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TEHUACAN

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