CIUDAD DE MÉXICO: EL JARDÍN DEL FONDO

EL ENCUENTRO

Caminaba con la sonrisa estampada en mi cara, más allá que no se veía pues el cubreboca la tapaba, sin embargo mis ojos la transmitían.

Sonreía con aquellos que me cruzaba, «Balada para un loco» se me vino a mí cabeza, había sido ella quien me había despedido de aquellos sures, caminando por la calle Callao del gran Buenos Aires, una de las paradas obligatorias para poder salir de la región en aquellos tiempos, me había tocado quedarme a pasar la noche para a la mañana siguiente tomar el vuelo que me llevaría a México.

*

*

Ese tango de Astor Piazzola el músico argentino, con letra del poeta uruguayo Horacio Ferrer, que cuando salió en aquellos finales de los años 60 convulsionados por los movimientos sociales, sobre todo el estudiantil, por las dictaduras que se instalaban y empezaban a asolar sobre todo a esa América del Sur, ese tormento que se venía, ella invitaba a otra cosa, a esa locura liberadora, al ensueño, que había que escrudiñar detrás de ese velo que nos ocultaba otros sentires dentro de esa cruel realidad y no nos daba chance a asomarnos a nuestra verdadera existencia .

«Ya sé que estoy pianta’o, pianta’o, pianta’o *
¿No ves que va la luna rodando por Callao?
Que un corso de astronautas y niños con un vals me baila alrededor
Bailá, vení, volá»

* «pianta´o», en lunfardo rioplatense  quiere decir «loco»

Mis pasos seguían, uno tras otros se hundían y resurgían de ese baúl de los recuerdos, que navegaban a la deriva como si de un naufragio se tratara en busca de la tierra firme, más allá que las olas mecían con una suavidad que calmaba, que en ese murmullo de la subida y la bajada, clamaban, que soltara que no tuviera miedo, que me dejara libre para permitir a los acontecimientos irse acomodando, dándole paso a que se volvieran el antes y el ahora en el mismo instante.

La locura es parte de la vida, la locura siempre está y hay una que al decir de mi padre, «es mansa», «somos locos mansos», repetía y a ella la llevaba conmigo.

Mientras caminaba lo recordaba.

Llegué a ese jardín del fondo, ese Parque México, en plena Ciudad del mismo nombre, que parecía que alardeaba por la majestuosidad que mostraba, estaba encantado consigo mismo, con sus años, con la hidalguía que mostraba en esos árboles con esas copas que me permitían pasar del ardoroso sol, a esa frescura vivificante en el mismo tiempo, era un regalo.

*

*

Tomé uno de los senderos, fui caminando por él y me fue llevando hasta desembocar en un área para los pichichus, proliferaban, en cada parque había una.

Me quedé mirándolos todos tirados ya el calor estaba pesado, no daban ganas de nada, salvo el descansar después del haber jugado.

*

*

Uno de ellos se me acercó corriendo, se me paró delante, con unos grandes ojos me miraba, me saludaba, buscaba que le hablara, estuve con él platicando un momento, hasta que lo llamaron, era la hora de irse, de dejar a los amigos y regresar a casa. Su mirada hablaba.

*

*

Seguí, andando sin rumbo.

Sin darme cuenta pasé por el lago, aquel en el cual llegábamos por las noches en los paseos nocturnos y nos gustaba jugar con toda aquella cantidad de patos que había en él, que al ser perturbados comenzaban a graznar y el ambiente sereno y silencioso donde las parejas se dedicaban al romance, sorprendidas se levantaban de entre la hierba y asomaban sus cabezas, para volver a la que estaban, sin sentir alarma.

¡Solo eran unos niños correteando unos patos y despertándolos!.

«¡Locos, locos, locos!»

Se había vuelto un espacio tímido, encerrado, cercado, los patos ya no existían, se me hizo volver a ver algo que cuando niño parecía ser bien grande y cuando uno se vuelve adulto disminuye el tamaño y no puede dar crédito de ese juego engañoso de la percepción, esa que si nos dejamos llevar por ella sin cuidarnos nos manda a cualquier lado, pues es medio mentirosilla . Extraña sensación ya que no era niño cuando lo conocí.

*

*

Caminaba sin saber a dónde, mis pasos no se detenían como si una fuerza me impulsara y no me dejara quedarme contemplando, como si estuviera determinada a llevarme hacia un espacio estipulado, que desconocía o que en cierta forma no lograba recordar.

Crucé la zona de los puentecillos, solo un instante me detuve en ellos, no guardaban la magia de las vivencias prendidas, como en el otro, el que estaba en el jardín del frente, en el Parque España, que como candados en él se encontraban, ese rumiar desatado por haber dejado atrás una vida de un instante a otro, sin esperarlo, como si hubiera sido transportada por una máquina del tiempo y sacada de lo conocido.

*

*

Cuando de repente, la frecuencia cambió, una música comenzó a invadir con suaves susurros, me hizo girar, dejar esos pensamientos atrás, algo dentro me decía:

-Vení, vení, no te detengas

Con cada paso que daba la escuchaba mejor, tenue, calma, ese sonido que invitaba al relax, a sumergirse entre ese follaje verde, y como si fuera un embrujo que se apoderaba de mí, lo fui siguiendo.

Un farol con su luz prendida en pleno día, engañaba a los sentidos y me transportó al anochecer, dándole ese encanto de un instante mágico y ahí cruzando un pequeño pasaje, desemboqué en él.

*

*

Un letrero anunciaba su entrada y marcaba las reglas de comportamiento que ese espacio ameritaba.

– ¡¡¡Un audiorama!!!

No puedo describir con palabras lo que en ese momento me invadió, ese regresó en el tiempo, esa vuelta atrás, ese inesperado suceso, pues antes, muy antes, cuando por ahí caminaba mis días y mis noches, no existía, allí no, pero si en otros parques y el descubrirlos en su momento, fue el presente más grande que me pudo hacer la vida en aquellos locos santiamenes a que me llevaba, ya que en una parte se volvieron mis «psiquiátricos», donde las ansiedades que se desataban, la música, la poesía, el dibujo las contenían.

Mi corazón dio un vuelco, mis ojos se abrieron gigantescos.

-No es posible- decía mi razón

-¿Por qué no?- contestaba mi intuición- tu creas tu propia realidad

Sentada con una mesita delante estaba la encargada de cuidarlo, sentí que me miraba de una manera insistente y seria.

-¿Puedo entrar?- pregunté entre asombro, moviéndome en esa irrealidad de lo que uno no cree y sin embargo, es.

-Si- me contesta- solo lea el reglamento y una sonrisa como de quién no da crédito de la pregunta y la formalidad o de ver mi cara reflejada en los ojos tapada por ese tapaboca, mi sombrero, mi mochilita, que tal vez parecía salida de un cuento o una «mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus» o caida de otro planeta. ¿Saber?

Me paré en el umbral, con mucho detenimiento leí lo que allí decía.

*

*

Los cánticos de una voz femenina con un embriagante encanto, como si fuera la sirena que hechiza al marinero, me llamaba dulcemente a tirarme al agua y acercarme a su melodía.

Entré….

Frases entre comillas sacadas de «Balada para un loco»

CONTINUARÁ….

MÉXICO

ABRIL 2024

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10 comentarios en “CIUDAD DE MÉXICO: EL JARDÍN DEL FONDO

  1. Y uno se queda intensamente esperando escuchar la música mientras el aroma húmedo de las hojas se filtra entre las palabras mágicas que por aquí has sembrado. muchas felicidades minúsculas hacen una vida enorme. Gracias por compartir estos momentos.

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    1. Me encantó eso de las «felicidades minúsculas», en lo cual estoy totalmente de acuerdo, si cada detalle te deja algo y te hace sonreír, al fin tu vida se transforma en una gran sonrisa. Abrazo grande y gracias a tí por estar

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  2. Hola Themis, me pareció hermoso ese sendero, por el que nos llevaste ha desembocar en el área para los pichichus… Me sorprendió lo del Audiorama pues me imagino un entorno lleno de árboles donde las ramas se meten formando cánticos. Una pluma de intensas sensaciones la tuya. Un abrazo

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    1. Es muy lindo Nuria el espacio y los árboles frondosos y las plantas y no te digo el Audiorama es pequeño pero lindo, lindo, y te pasas unos muy buenos momentos, escuchando músico, escribiendo o simplemente mirando lo que sucede en tu alrededor. Los pájaros, las ramas, la brisa me gusta mucho simplemente percibir, irme en ello. Abrazo grande y gracias

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  3. Con ansias voy a esperar la siguiente entrada Themis, estas som muy especiales para mí ya te dije por qué. No instante vivir a dos pasos, hay partes que no reconozco (hace mucho que no salgo). Me hace mucha gracia cómo te describes tras tu cubrebocas y tu mochilita jaja que ya siento que me es familiar.

    Tu linda manera de narrar la vida, es justamente el VIVIR. Mira que no sabía del audiorama (ya debo salir!) y sí te digo sin duda que esa locura es lo maximo, ingrediente básico para realizar este tránsito.

    Un abrazo biennnnn grande.

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    1. Hola Maty, todo ha cambiado, más allá que yo llevaba tiempo sin andar por ahí, más allá que cuando llego a México estoy en la Roma pero para el otro lado de Insurgentes.
      Me sorprendió ver lo cambiado que está todo, y encontrarme con el audiorama tampoco sabía que lo habían puesto. Tienes que salir, dar aunque sea vueltas cortas y recrearte viendo lo hermosa que se está poniendo la Colonia. Con paso lento y tranquilo, como hago yo, sentándome donde puedo a cada tramo y luego siguiendo, pues eso sí está difícil la ciudad para mí, con la altura, la contaminación, pues donde vivo no tengo problemas en caminar kilómetros. Abrazo más que grande, espero un día encontrarte paseando por la Roma.

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  4. Hola, Themis, ¡qué interesante! Me he quedado con ganas de saber más del audiorama (ya espero tu próxima entrada hablando del mismo). Y como tenía una curiosidad enorme, pues me he puesto a investigar por Internet, he visto alguna foto de este que cuentas, lo que es, etc. Me han entrado unas ganas inmensas de visitar alguno, para ponerme a escribir ahí, ¡maravilloso! Pero creo que aquí en España no hay, no me ha salido ninguno. ¡Qué pena!

    Un abrazo. 🙂

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    1. En México llevan mucho tiempo, por lo menos desde que llegué los conocí y fueron un gran refugio para mí, pues están aislados en los parques, entre vegetación, con una musica muy relajante y arrulladora, en silencio, es pasar a otro espacio. Seguiré escribiendo de él, de este nuevo, pues se ve que han proliferado en la ciudad, antes no había en estos parque cercanos a donde yo vivía. Gracias Merche, abrazo grande

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