¡CORRAMOS, CORRAMOS!, QUE SE NOS ESCAPA
Desde que había regresado de la Ciudad de México, hace ya un par de meses no salí del pueblo.
Sin embargo, como suele suceder, hay circunstancias por las cuales no hay más remedio que ir a la ciudad más cercana de a donde vivo: Tehuacán, así que tomé mi mochilita vieja, esa que está gastada, con el cierre roto y que bueno, es esencial en esta vida llevar atuendos que no promuevan la tentación de nadie, pues si encima que a uno ya lo ven con sus años, bueno no solo lo ven, sino que ya los lleva, y eso supone para muchos el ser más estúpido o inocente, o que a veces los años quitan la maldad; bueno en una parte hay algo de razón pues poco a poco se baja la guardia y la distracción aparece con más frecuencia, aunque hay que ver, pues las generaciones actuales encerradas en su telefonitos mientras caminan o con sus auriculares en las orejas, que lo dejan fuera del mundo en que viven, quien sabe si no son también presas fáciles de esos que andan al acecho de ver a quien cazan.
No llevaba mucho ánimo de paseo y no bullía con ganas de salir y menos de llegar a una orbe con todo el ajetreo que suelen tener.
El día se me hacía extraño, estaba raro, rarito, como que la luz que desprendía estaba apagada, no tenía ese encanto con el cual suele estar, se me hacía que se había desteñido, le faltaba algo o tal vez era a mí.
Allá fuimos recorriendo ese camino que nos lleva a introducirnos en esos bosques de los cactus columnares, de las montañas repletas de ellos que se van extendiendo en la lontananza.
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La lluvia no se había presentado, como que se había alejado del territorio y su falta estaba resecando todo el alrededor, el verde ya se estaba perdiendo y en su lugar el gris ganaba terreno, junto a todas las ramas marchitas que nada circulaba por ellas.
El desierto comenzaba a guardarse, nos iba mostrando que era hora de replegarse también en el adentro, guardar las pocas nutrientes y energías que se tenían para sobrellevar esos tiempos de invierno.
La tristeza se estaba haciendo cargo de él, con ese pensamiento que revoloteaba en mi mente, que me hacia darme cuenta del tiempo que sobrevendría, cuando de repente, llegamos a ese pueblo, el del ónix, donde la mayor parte de sus pobladores se dedican al trabajo con él.
Al ver expuestos a esos grandes ángeles de piedra que cuando se le prende su lamparita interna sacan para fuera una luz muy hermosa, tenue, suave y dejan que se vean todas las vetas que el material silenciosamente tiene teñido en él.
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Me recordó a Navidad, pues suelen ponerlos en los nacimientos para iluminarlos, dentro mío algo me dijo:
-Estás loca, recién estamos en noviembre saliendo de los Santos Difuntos, esperando el festejo de la Revolución que en unos cuantos días llega, para ella aún falta.
Más allá, sentía que la atmósfera olía a fin, también el paisaje lo reflejaba, en esas extensiones más cercanas a la ciudad donde ya los cactus columnares se van desapareciendo y dejan el camino libre a un panorama más yermo, vacío, donde las piedras son la base fundamental.
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Eso sí, las nopaleras que empezaban a aparecer a la vera del camino haciéndose cada vez más notorias, al igual que la basura que las rodeaba, cosas «extrañas» que tiene el ser humano donde no mira más que su necesidad inmediata, como es el deshacerse de ella y con buen tino crea los rellenos sanitarios dentro de ese paisaje o mejor llamarlos basureros o lo que es más desde los autos en lo individual van tirando sus bolsas de deshechos y cosa que me sorprende, donde hay una bolsa, ahí mero, se empiezan a acumular, como si el hecho de que alguien lo hubiera realizado antes los exime de culpas.
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Entramos a la ciudad, el movimiento se hizo cargo, los semáforos, algo que siempre me sorprende cuando por tiempo no estoy cerca de ellos y mi ser los olvida, pues por donde ando son pocos los cuatro ruedas que circulan y lo hacen con tal lentitud, salvo en la carretera, pero dentro es como si no existieran.
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Cuando el autobús agarró la avenida de los árboles ancianos, me sorprendió ver que de ellos ya colgaban lucecitas de colores, ¡los adornos de Navidad!, sin lugar a dudas, había mucha prisa por terminar el año, adelantando por semanas lo que aún no había llegado, enfocarse para adelante y no disfrutar cada paso que se da, «Piano, piano, si va lontano», ( Quien va lento, va lejos), decía mi abuela.
Mucho después apareció otro de esos refranes en italiano en mi vida, mucho más contundente:
«Chi va piano va sano e va lontano, chi va forte va incontro alla morte»»
(El que va despacio va sano y llega lejos, el que va fuerte va hacia la muerte”)
Y sí, de ahí la prisa.
En la avenida la Navidad estaba instalada, con sus estrellas, sus velas, su gran anuncio de «Feliz Navidad».
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Corramos, corramos que de repente llegamos a esas aspiraciones que reinan en nuestras cabezas como ilusiones implantadas, en esa búsqueda de ser alguien o de cumplir con todos los preceptos en ella instalados, «no alcanza el tiempo», decimos, «¿para qué?», «¿para llegar a dónde?».
Eso sí corramos, compremos, llega la hora de los regalos, no los dejen para el final, comiencen ahora, para eso se los recordamos, se trata de consumir no de festejar la fecha de ese advenimiento en un establo solo rodeado de bueyes y animalitos en la total humildad, eso es secundario, solo un pretexto nada más.
Seguí mi camino al centro, paso a paso, lento, sin apuros, igual nada me alargaría un instante más en esta vida.
Al llegar a la plaza, me fascino la imagen, por un lado se alzaban las guirnaldas de todos los colores, esas que marcaban que la Revolución estaba llegando, el armado para festejarla y en el mismo instante, la Navidad adelantada.
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Me dio mucha risa, el ver la escena, como dos acciones se mancomunaban, como de un lado y del otro los trabajadores se apuraban, como si estuvieran en una competencia.
-¡Vaya locura!- le dije a mi misma que se había asomado.
-«C’est la vie«- me contesta con gran entereza, ahora que le ha dado por afrancesarse, haciéndose eco de esa Revolución que llegaba para destronarlos a todos los porfidistas, ( la dictadura de aquel momento, en el 1910, donde lo francés se veía como lo máximo, por la burguesía) que se engalanaban, creyéndose de la gran elite y sin embargo, no querían ver que los desarrapados se estaban levantando, pues ya hartos de tanta miseria y que en última no perdían nada con hacerlo.
Una gran carcajada para adentro me nació, toda la razón, que otra cosa quedaba que la resignación, reconocer los hechos, en vez de combatirlos, pasear por ellos si se atraviesan en nuestro camino y mirarlos, no juzgarlos, ¿para qué?, ¿qué nos aportaría?.
Así seguimos nuestro camino, lento, bien lento, la prisa no llegaba, como si solo estuviéramos de visita por la gran ciudad y esa vida, donde era imperioso apurarse para llegar más rápido a ningún lugar, como si el mensaje que nos dejara fuera:
-«Corramos, corramos que la vida se nos va.»- tal vez, así la podemos alcanzar, una gran paradoja para mi lógica interior.
MÉXICO
NOVIEMBRE 2023
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TEHUACÁN: MUSICA CÁLIDA EN EL CAOS
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!

Constantemente vamos corriendo. En octubre ya estamos en Navidad en Navidad y estamos en Semana Santa y en ninguna nos paramos y la vivimos. Siempre pensando en la siguiente. Buen día.💐💐🌷🌷🌷
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Tienes razón no se detiene a vivirla, me fue tan sorprendente el que se estuvieran poniendo al mismo tiempo a decoración para dos eventos que tenían diferentes fechas, era de risa, de seres autómatas, que coleccionan eventos sin ni siquiera pasar por ellos, eso sí, los puestos de ventas para los dos se extendian por todas partes. ‘Vaya locura!, a la cual se está sometido y como borreguitos se obedece a ese mandato del consumismo. Abrazo grandote y gracias
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Hola Themis, totalmente de acuerdo contigo. Aquí también en empezaron en noviembre con todo lo de la Navidad y es que poner todo tan pronto incita al consumismo, entonces las tiendas, las ciudades, pues las ponen por eso… Y todos, como somos unos borregos, pues acabamos cayendo en la trampa. Compré en noviembre los primeros polvorones, y ya no me apetece comerlos, cuando llegue Navidad ni los probaré, ¡¡ya estoy harta!! En fin, de locos.
Un abrazo. 🙂
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Sí Merche, es de locos, vivo a otro ritmo donde todo es más lento y las situaciones se dan cuando llegan, se va una a una, por eso pienso que me sorprendió tanto el llegar a la ciudad a ese ritmo sin sentido a esa locura desbordada, más allá que es una pequeña ciudad, no imagino que será en las grandes o las que tienen otro nivel de consumo que el que se encuentra aquí por estos parajes. Abrazo grande y gracias
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Hola Themis, efectivamente las prisas son malas consejeras… Pero la vida va tan de prisa que caminamos acelerados sin apenas darnos cuenta.
Por lo tanto tendríamos que ir más despacio disfrutando de cada momento.
Me encanta tu forma de narrar. Bellas imágenes. Un abrazo
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Hola Nuria gracias, si la vida va de prisa, sin embargo nosotros colaboramos para que aún lo haga con más acelere, corres para llegar a descansar de repente, sin darte cuenta que mientras vas puedes ir descansando de otra manera, el cuerpo y la mente que es la que juega todas esas pasadas a la percepción. Me sorprende mucho el vértigo cada día mayor de la ciudad. Abrazo grande
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Qué razón tienes, Themis, en las ciudades ya no se vive al ritmo que marcan los tiempos. En pleno invierno uno de nuestro grandes almacenes nos despierta con el eslogan: Ya está aquí la primavera. Mi ciudad, hace semanas que ya luce la belleza navideña… Me encanta esa lógica interior tuya.
Un abrazo, Themis.
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Jajajajajjaj, me encantó lo de la primavera en pleno invierno, Aquí donde vivo recién hace dos días pusieron en la plaza el árbol, otro ritmo, más calmo.
Sí hay que tener una ubicación propia en toda esta gran maratón a la nada, que a su vez no acaba, sin momentos de detención. Gracias Nuria, abrazo grande
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Hola Themis, sin duda tu abue era sabia. Las prisas no son buenas y la verdad es una desgracia que no dejen disfrutar las estaciones, le han quitado el saborcito a todo. Pero bueno… muy buena entrada, lindas fotos, te mando un abrazo.
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Sí Ana, cada día van más apurados, por eso hay que bajarse de esa carrera que quieren implantar y dirigir con ella a todos, eso sí, tenemos la posibilidad de elegir a que le tiramos. Abrazo grande y gracias
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Ay ay ay ay!
Las estoy leyendo de madrugada, y algo extraño me está sucediendo. Siento que tengo que estar aquí, que este es mi tiempo, que es mi momento. Me siento extraña, pero bien, relajada y a la vez digo…
Qué DISFRUTE esta lectura Themis! Me di cuenta que estaba sonriendo al leer lo de la mochilita vieja, ya me estoy encariñando con ella también. Y sonreí al leer lo de las edades que vivimos (que también me queda perfecto).
Lo de los tiempos adelantados hace mucho que aquí en la ciudad se vive, ya me acostumbré. PS pssssssss pero te voy a contar algo: en mi interior, mando yo! Y nadie me adelanta nada. Y lo de la prisa, tan cierto! La prisa es la asesina de la vida. Y esto le ha ayudado a sentir más y más calma.
Hey, un cafecito?
Abrazo gigante!
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Gracias por el cafecito Maty, delicioso para este friíto que nos dice que el invierno ya se acerca, en unos días estará con nosotros.
Lindo todo lo que dices la forma en que lo ves y de acuerdo contigo, dejarse llevar por los que persiguen la zanahoria, no es buena elección, nada mejor que respetarse a sí mismo y seguir despacito, despacito con nuestro tiempo.
Si, me he dado cuenta en esta visita después de haberme alejado de ella del acelere de la gente en las ciudades, una forma de combatir la frustración y la depresión.
Abrazo super intenso y enorme
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