LA LLEGADA DEL 2023 (2)

LAS PIEDRAS «BOLUDAS»

Tomé el cayado que me extendía Maguito y aguardé las instrucciones de hacia dónde ir, mientras las chivas habían tomado su caminito siguiendo al ¡TIN, TILIN, TILIN!, de ese cencerro que metiéndose en su sonido nos va conduciendo, tranquiliza al ego, haciéndole creer que está todo bajo control, de esa forma suelta y se deja guiar, entra en otra frecuencia, donde lo prepara para otro momento que encierra esta actividad del pastoreo, la de la contemplación, la de fundirse con el cielo y la tierra.

*

*

-¿Por dónde vamos por el camino de las chivas o por el abierto?, es más largo pero más seguro el otro es más escarpado.

-Por el de las chivas

Habíamos ascendido unos pasos y me advierte:

-Tenga cuidado con las piedras boludas, pues esas sí que lo hacen a uno caerse y rodar – mientras me muestra una para que aprenda a reconocerlas.

-A las piedras «boludas» hay que sacarlas del camino o darle la vuelta- me siguió diciendo mientras ella la hacía a un lado. Un gran señalamiento no solo práctico sino también de vida, si se aprende de aquellas cosas que la Naturaleza nos señala y nos pone frente.

Me sonreí, pues era otra acepción de la palabra, «boluda» de la que conocía, en el sur del continente, allá por el Río de la Plata se le entiende como alguien que actua con pocas luces, tonto, torpe, necio y que también muchas veces hay que cuidarse de ellos.

Ahí seguimos por un pequeño senderito abrupto, donde había que fijarse muy bien donde pisar, mientras ascendía me di cuenta de lo importante que es ese palo convertido en herramienta para tener un refuerzo en el equilibrio y también para no irse sobre los cactus llenos de espinas.

El trecho era corto y llegamos a un descampado, los animales buscaban donde pararse a comer, todo estaba bien seco, poca comida había.

-Hay que llegar hasta allá arriba- me señala, donde está como un claro blanco. Se lo ve muy lejano.

*

*

Me estaba contando cómo había llegado a darse cuenta de la importancia de la lectura y la escritura, ahí retomamos la plática.

Aquí les dejo la primera parte para los que quieran conocerla.

-De esa casa donde me perdí me fui, regresé al pueblo pues la patrona volvía y aproveché y ya me quedé. No me gustaba, la señora mayor, todo el día arriba mío diciéndome cosas, pero eso sí, no olvidé lo que había descubierto: tenía que aprender a leer y escribir.

Mientras caminábamos siguiendo a las chivas, entre gritos pues el guía estaba apurado por llegar rápido arriba y se adelantaba, seguimos con la plática.

Cuando sentía el grito se paraba y esperaba un poco, para luego hacerse el desentendido y volver a las andadas.

-Un día me volví a ir a la ciudad y conocí a otra trabajadora que me presentó a unas monjitas, fueron ellas las que me enseñaron las primeras letras, las aprendí toditas, pero no logré leer. A los 21 años ahí empecé la escuela que me llevó otra, me dijo ¿quieres aprender a leer?, sí, le dije, es lo que más quiero, ¡pues vamos!, yo te llevo a donde te pueden enseñar y así empecé.

Mientras las chivas seguían el camino, cada vez estábamos más alto, en una imagen muy hermosa donde parecía que un azul cerúleo intenso nos circundaba.

*

*

Me fue contando, que empezó a viajar pues ella tenía otro sueño, conocer el mar, pues una vez había visto una fotografía en casa de uno de los patrones que veía al cielo azul y a la tierra igual y la gente parada sobre ella, que no podía dejar de mirarla, la agarraba entre las manos y si bien no entendía lo que era, veía a las personas como si estuvieran paradas sobre el cielo.

Ella se acordaba lo que le había dicho su abuelita cuando murió su madre que ella estaba en el cielo y desde ahí la cuidaba, siempre había querido llegar a él, para poder volverla ver.

Cada vez íbamos más arriba, el pueblo pequeño, pequeñito yacía abajo.

*

*

En su ignorancia, como ella dice, creyó que cielo y mar era lo mismo, el azul era el mismo y cuando vio la foto pensó que había un lugar por donde uno podía subir a él y se puso muy contenta, pero cuando le preguntó a los patrones, después de reírse le contestaron, que eso era el mar.

Entonces, también quiso llegar al mar.

Un día, apareció una familia que necesitaba a alguien para que cuidara a los niños, mientras se iban de vacaciones a Veracruz, por primera vez vio esa gran extensión de agua, que no terminaba nunca y se metió en él, y le nació las ganas de poder ir aún más adentro, muy pero muy adentro donde estuviera rodeada por todos lados por él y por el cielo y eso sucedió cuando la llevaron a Cabo San Lucas a vivir y tuvo que cruzar en un barco.

No daba crédito de lo que sus ojos veían y de encontrar esa similitud entre el cielo y el mar.

Tuvo que regresar un día al pueblo pues la habían mandado a llamar y el patrón le compró un pasaje en avión, con mucho miedo, asustada hizo el viaje, aunque con mucha alegría, ¡estaba en el cielo!, volando en él, atravesaba las nubes y abajo el mar, ¡más grande desde arriba! y ella, en el medio.

Muchos mares de la República Mexicana conoció, como que los trabajos que conseguía la iban llevando muy cerca de él.

Después de muchos años de estar fuera, regresó a su pueblo y en él se quedó, tuvo sus hijas, las crió solita y ahí ya grande fue cuando después de terminar la primaria, decidió estudiar la secundaria a los 60 años, en la plaza comunitaria del pueblo, donde se juntaban y la maestra les enseñaba.

Tuvo que escribir parte de su historia y como hablaba del mar, le sugirieron que la presentara en el Premio Nacional organizado por la Secretaria de Marina, «Memorias del Viejo y el Mar».

De esa forma sin saber muy bien que era todo eso, obedeció a su profesora quien lo presentó y así ganó el primer lugar en ese premio nacional. Esto es otra historia que otro día les contaré.

Seguimos caminando, llegamos a la explanadita en donde se encuentra ese viejo sotolín, dos piedras, una encima de la otra estaban pegaditas a él.

*

*

-Siéntese- me dice- descanse un poco todavía falta y mientras las chivas comen.

Antes de sentarme, le pedí permiso y  lo abracé, para que me pasara un poco de esa energía que muy generosamente regalan, ese prodigio de planta que puede llegar a tener más de 800 años.

Cuando me vio hacer eso me contó que cuando ella era niña, a los seis o siete años y tenía que llevar a los animales de su tío a pacer, se subía a uno de ellos y arriba entre sus hojas se quedaba bien dormida, pues estaba muy cansada.

-¿Por qué te subías a él?-le pregunté pues me llamó la atención.

-Para protegerme de los coyotes y de los otros animales, pues dormida no los iba a ver venir, y había muchos, también decían que en algunos lugares había pumas. Eso sí, dormía muy bien, como si me acobijara.

Después de estar un rato, platicando, esperando que las chivas comieran lo que iban encontrando, retomamos el camino que ya se había vuelto mucho más suave, más ligero, más plano en esa explanada, más allá que al llegar al otro cerro, había que emprender la subida.

Ahí me volvió a advertir de las piedras «boludas», pues como me dijo, hay veces que como está más liso dejamos de prestar atención y este es un camino que tiene muchas.

La acompañé durante otro trecho, hasta que ya había llegado la hora de dar la vuelta y emprender mi regreso, nos despedimos con un gran abrazo.

Me recordó que el 6 de enero era su cumpleaños y que me esperaba a la comida que iba a preparar para su festejo, eran 67 los que cumpliría, de los cuales se siente muy orgullosa.

Después de explicarme como bajar por el camino más largo y amplio, para que no tuviera mucho problema, ni me fuera a perder, que ese me llevaría derechito a la bajada para ir al centro del pueblo, se quedó parada a lo lejos checando que no me fuera a equivocar, pequeña como es ella se la veía envuelta por esa gran inmensidad que es el desierto, las montañas, los cuales son su vida.

*

*

Paso a paso, cuidando de no pisar a las «piedras boludas», dándole la vuelta o pasándoles por encima, llegué de nuevo a ese viejo sotolín, donde aproveché otro rato para estar junto a él, que la brisa me refrescara, que ya se sentía muy fuerte, a pesar de que el sol era quemante, y así sin darme cuenta quedé absorbida por ese mundo deshabitado, de un silencio misterioso y penetrante, de ese estar a solas con mi misma, comenzando el año de una manera diferente, poniéndole otro sabor a su recién estrenado primer día, otro ingrediente, otra posibilidad, mimetizándome con el entorno, dando un nuevo sentido a ese todo, fortaleciéndolo para estar acorde con el latido del Universo.

CONTINUARÁ….

MÉXICO

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14 comentarios en “LA LLEGADA DEL 2023 (2)

  1. Hola Themis, un lindo paseo con una compañía valiosa. Una gran lección la de las «piedras boludas»: no hay que tropezar con la misma piedra, hay que saberlas distinguir, la misma naturaleza nos enseña. Todo tu relato muy bonito, muy agradable de leer y más acompañado de esas fotos tan bellas. Saludos.

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