LAS TRAGONAS
El nuevo tormento zumbador ahí anda, sigue dando vueltas, me adoptó de su esclava, y ni siquiera gira ya alrededor de mi cabeza como calesita, ahora me encara de frente, como si por segundos se detuviera y me mirara, para luego tomar distancia y regresar, va y viene, sin parar, un martirio realmente, hasta que uno deja de hacer lo que está haciendo y lo atiende. Es la abejita, esas que hay que darles un cuidado especial pues se están terminando y no polinizan y bueno si se acaban estaremos en graves problemas.
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Más allá que se ha instalado en la casa, esta no se, no quiero hablar de más, pero no veo que trabaje, por el contrario.
Claro, que ahora ya no quiere que le abra la puerta, como la vez pasada cuando recién llegó, ahora quiere que lo haga con la ventana del frente, se ve que le queda más directa esa ruta, quién sabe a dónde.
Sin embargo, la novedad no es esa, sino que es una adicta ya me di cuenta, adicta al dulce de la fruta, pero sobre todo de una, de unas diminutas peras de por aquí, de las cercanías que si bien de apariencia uno no pagaría nada por ellas, pues aparte de pequeñas, son negras, manchadas, cuando se las prueba, si, cuando se las lleva hacía la boca y las papilas gustativas la sienten, no se puede dejar de comerlas, de esos alimentos que no se pueden consumir solo uno, como dicen de la bolsa de papitas, de las «Sabritas» y de esos alimentos chatarras que cada día hay más en el mercado. Este, también es parecido salvo que es natural, eso si hay que cuidar el azúcar, pues les sobra, hacerlo con moderación más allá de su tamaño.
Resulta que la inquilina que no paga, mi room mate, decidió quedarse en la casa, me imagino que dijo para que irme y alejarme de esta fuente de sustancias excitantes, mejor me quedo y ahí le entro sin ningún miramiento. Pues también los animalitos se vuelven adictos, aunque usted no lo crea, son más pasados, que por favor, conocí a muchos, alcohólicos y adeptos a diferentes substancias. Pero bueno, este es otro tema.
En la noche estaba viendo una película y de repente el inconfundible sonido de ese motorcito que en el silencio, sonaba de una forma que no puedo describirlo, martillaba los oídos, no pude hacer otra cosa, que preguntarle:
-¿Qué te pasa?, ¿ahora qué quieres?, ¿no me puedes dejar tranquila ni cuando llegó la hora del merecido descanso?. Otra que esclava tuya soy.
Ni se inmuto como si la estuviera invitando a acercarse se me paró en el hombro.
Qué iba a hacer, ni modo, si se quedaba tranquila que ahí se quedara. Estuvo un ratito, como si también se hubiera clavado con la peli, para luego irse.
A la mañana de nuevo, comenzó su zumbido, lo bueno que no me despertó.
Sin embargo, de repente se desapareció, pensé que ya se había hartado, no fue así, por el contrario, se ve que no es nada egoísta y quiso compartir y vaya locura regresó con sus «cuatachas», ahí estuvieron dando vueltas, sobre las peras.
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Sin embargo, ahí no quedó la cosa, de repente una de ellas, pues bueno no las puedo diferenciar, se para arriba de mi cabeza sobre la ventana y empieza a pedir para que la abra, como esclava fiel, me levanto, hago lo que me indica, se va.
-Una menos- me digo
Más allá, que cual fue la sorpresa, regresó con otras que entraron juntas por la puerta, haciendo un ¡¡¡BRRRRRR!!!!! acrecentado, parecían un desfile de atemorizantes bombarderos y se fueron derechito a la pobre pera, eso sí hay que reconocerles que están en el mismo fruto, eso está bueno, no se meten con todos. Espero que no se le ocurra invitar a todo el enjambre.
Nada tontas las bichitos en su elección, me imagino que mientras haya peras ahí estarán.
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La rosa ahí sigue, blanqueando cada día más, eso sí, se resiste a dejar de ser, ya lleva más de un mes y medio abierta, se me hace algo asombroso, no había visto una que durara tanto. Eso sí, ya da muestras de los primeros signos de empezar a marchitarse.
Más allá, regaló dos brotes nuevos que están naciendo muy desde abajo, con mucha fuerza, como que quiere dar un nuevo crecimiento.
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Sin embargo, lo que más me conmocionó en este tiempo fue Coquita, para los que no la conocen fue la primera tortolita que llegó y con la que empezamos esta relación que luego se extendió a todos los demás, quién sabe qué le pasó, pues algo debe de haberle sucedido para tener esa actitud que tuvo.
Un día, salí al patio y me sorprendió verla tirada en él, en seguida me acerqué, como es costumbre en ella aparece cuando los otros se van, como que le gusta andar como en los viejos tiempos cuando era la dueña del lugar, sola sin que nadie la moleste, ni la pelee.
Me acerqué y enseguida se fue caminando con dificultad y se puso en un rinconcito frente a la pared, protegida, solo me miraba con sus dulces y tiernos ojitos.
-¿Qué te pasa?, ¿te sientes mal?
No quise tocarla ni nada, para que no se asustara pues no estamos acostumbradas a llevarnos de esa forma, traté de mirar bien por todas partes que podía para ver si algo podía detectar y no, parecía que estaba bien, me acordé que a veces se pone así cuando entra a la casa y no puede salir y se golpea.
-¿Te golpeaste?- pues en ocasiones es bien bruta para aterrizar.
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No me pude detener mucho rato con ella pues me esperaban, al ratito como a los diez minutos con una excusa fui a buscarla y grande fue mi alegría pues ya no estaba y en la tardecita como lo hace todos los días llegó de nuevo al patio, se puso a caminar y a solicitarme que le diera de comer, después que todos los otros lo hicieron y se fueron y ella está a sus anchas, con su amigo el gorrión que ese no se desprende del patio más que por breves momentos. Va y viene como la zumbadora, y también se hace sentir cuando no se le atiende hasta ha llegado a subir los escalones y se para en la puerta.
¿Quién sabe qué le pasó a Coquita?, seguirá siendo un enigma, lo bueno es que no fue nada para lamentar sino para agradecer.
Así anda la vida por estos lugares, dando sorpresas que uno ni siquiera sospecha y que nos hacen abrir bien grandes los ojos y aceptar todas esas costumbres que tienen los diferentes integrantes de este ecosistema, civilizadoramente encementado.
MÉXICO
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Creo que sobre ese cemento se imparten constantes lecciones de comunicación para el doctorado entre irracionales sobre cómo satisfacer emociones primarias. Interesante la inteligencia de práctica abejas y avispas. Un abrazo.
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Será?, hay que seguir adelante para ver que es lo que sucede y como evoluciona, eso si que la inteligencia de ellos sorprende sin lugar a dudas. Un abrazo grande y gracias
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