Jiotilla, chiotilla, shuega
Llegó el tiempo, en donde todas estas delicias nutritivas de esta zona semiárida, rodeada de los bosques de cactáceas que se extienden por todas partes, nos regalan sus increíbles frutos, muchos de ellos silvestres que crecen y pueden ser recolectados por quién sea.
Hoy me llegaron de regalo unas xiotillas o jiotillas o chiotillas o shuegas también en el Estado vecino la llaman así, ellas pertenecen a la familia de las pitayas, por su apariencia está catalogada como una fruta exótica y hermosa.
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La abrí y su rojo carmín apareció a mi vista, el color de los antioxidantes que ya muestran sus propiedades y beneficios, sobre todo para el aparato inmune y el corazón, esos que tienen la mayor parte de las frutas de este color y tan necesarios en estos tiempos en que vivimos, en donde los virus nos atacan como si estuvieran siendo esparcidos por alguna fuerza malvada y la única que queda es buscar formas alternativas de combatirlos y una de ellas son los alimentos.
Pues los que llegan se quedaran y aparecerán nuevos, cosa a la cual hay que acostumbrarse y lo que es más defenderse con las propias armas que tengamos más cerca y no entrar en el miedo, menos aún en el pánico, pues esto aunque no lo crean atraen a todos estos entes que andan sueltos, ni ser descuidados, ni bajar la alerta, pues estamos en una guerra de otro estilo aunque no nos demos cuenta.
La jiotilla, es una fruta exótica silvestre de tamaño pequeño, unos tres centímetros. Tiene muchas propiedadesy beneficios, fuente de minerales, fibra dietética y vitaminas, niveles altos de sodio y potasio, protectora de los ataques cardíacos, su semilla puede tener efectos laxantes.
Las frutas de color rojo que deben su tonalidad al licopeno, un carotinoide de origen vegetal y natural, que sirve para optimizar las conexiones cerebrales, también frena la demencia asociada a la edad, por toda la salud que le da a las neuronas, posee propiedades antioxidantes, previniendo el envejecimiento de las células y por ende del cáncer .
Nació ahí, sola, ni siquiera reclama agua, fruto silvestre que aparece en las puntas de los cactus, con un aspecto que no llama mucho la atención, pues la belleza la lleva por dentro.
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Fruta dulce con un toque ácido que da cuenta de toda la vitamina C que la impregna, el aroma es suave y delicado, en la boca se disuelve y es un placer que no todos pueden compartir pues son muy pocos estados que cuentan con ella, por otro lado dura muy poco tiempo, difícil su traslado, por ello algunos pueblos que viven cerca de este regalo de la Naturaleza, la producen enfrascadas y embotelladas, para que duren y puedan ser paladeadas por otros que se encuentren lejanos. Lo hacen sin haberla sembrado, como era antes en la Naturaleza que se salía a cosechar sin necesidad de plantar nada.
La región en donde se encuentra es una de las más marginadas y abandonadas del país, un decir, pues como ella hay muchas, en donde la mayor parte de los hombres tienen que migrar para buscar un sustento para sus familias, entonces en estos pueblos solo quedan mujeres, niños y ancianos, muchas veces totalmente desprotegidos y muchas tantas los que se fueron no regresan.
Es por ello, que en algunas de ellas grupos de mujeres al darse cuenta de la cantidad de fruta que dan los cactus y que hay que aprovecharlas en el momento, se organizaron y empezaron a producir, mermeladas de jiotilla, licores y así pueden aprovechar mucho mejor ese recurso natural que se encuentra en sus comunidades y de allí sacar su sustento.
Recurrieron a buscar ayuda técnica que las capacitara en cómo darle un uso comercial a la fruta, tener canales de distribución para llevar apenas recolectada a lugares de venta, procesarla cerca del lugar de recolección, ahí se elaboran productos como helados, pulpa congelada, licores, vinos, mermeladas, jugos, con lo que se genera un producto de un valor más alto y por ende de un ingreso mayor.
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Crece en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Morelos y Puebla, en donde se puede degustar directamente de la planta, si es la época.
La jornada comienza muy temprano antes de que salga el sol, pues es un momento de temperaturas muy elevadas, por lo tanto hay que salir antes que el calor llegue a su máximo esplendor.
El sol quemante que cae a plomo sobre el territorio hace que tengan que llevar camisas de manga largas o toallas para cubrirse, también la gorra y no puede faltar el morral con su itacate.
La herramienta que se va a necesitar son carrizos de gran tamaño, pues a veces los cactus tienen más de seis metro de alto, si no hay uno de ese tamaño se unirán dos, se sujetan con un alambre para que no se desprendan.
Bajarlas con mucho cuidado para no lastimarlas, que no se dañen y depositarlas en las cubetas.
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Es así como comienza el proceso de recolección de las jiotillas, durante los meses de marzo a junio, donde se pueden extraer grandes cantidades, ya que en julio merman y desaparecen.
Luego viene el procesado, donde hay que mantener todo reluciendo de limpio, impecable.
Aprovechan el carbón que usan los hombres para la producción del mezcal, para ahorrar recursos, ollas de barro, miden la temperatura con un termómetro para que no se vaya a quemar, una vez listo, se envasan y se llevan a los lugares de venta.
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Así en este momento del año, esas frutas exquisitas que llaman por su color y su frescura a ser consumidas, la sabia Naturaleza las ha puesto en ese lugar como sabiendo que en ese instante son necesarias para la deshidratación, y luego proveen al cuerpo con un reservorio de vitaminas, minerales, para la llegada del otoño y el invierno, que lo harán subsistir por una muy buena etapa, con todos los elementos necesarios para que funcione bien.
Eso sí, no son los humanos, los únicos que se benefician, ya que en una zona árida, las aves no pueden quedarse sin saborear y también nutrirse de las frutas de los cactus, como niños pequeños van picoteando de una a otra, sin piedad, comiendo apenas unos mordiscos y así van pasando su tiempo, de un lado a otro degustando este exquisito manjar que a todos beneficia, siendo ellas las encargadas de ir sembrando sus semillas a lo largo del desierto.
MÉXICO
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LA PITAYA, DELICIA DEL DESIERTO
LA PITAHAYA: LA DAMA BLANCA Y EL MONSTRUO NEGRO
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


La sabiduría de la naturaleza nos cobija cuando estamos en su sintonía.
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Se nos abre frente a nuestros ojos que la miran maravillados de sus prodigios y sabiduría.
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Muy completo. La verdad no sabía que le decían así. Por la zona de Jalisco se les dice pitayas (que pitahayas son otras). Las hay de varios colores y todas deliciosas. Las he comido directo de la planta y también hechas en pan. Me encantó tu artículo Themis. Saludos.
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Gracias Ana, en general se les llama a todas pitayas, sin embargo en las diferentes regiones donde se diferencias tienen otros nombres. Son muy ricas y sobre todo muy alimenticias, más para las regiones en donde crecen, un abrazo grande
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Hola Themis, ¡siempre un placer emitir salutaciones por aquí! Sí, conozco la fruta y nunca le he probado… Válgame, así es la vida; de lo que estoy más seguro, es que su sapidez debe ser de fábula.
Luego esa mermelada, seguramente en una tostada sabrá paladeable o mejor aún, consumirle en alguna tarta o lo que fuere. Me encanta mirar las imágenes, en verdad.
Te deseo todo el éxito del mundo, cuídate harto y un amplexo. Hasta la próxima.
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Es extraña, su sabor una delicia sobre todo cuando hace mucho calor y necesitas algo que te refresque. Gracias Daniel, un abrazo grande y nos seguimos encontrando
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Me suena haberlo vista en alguno de los cactus, pero nunca lo he probado. Tiene que tener un sabor interesante con esa mezcla dulce-acido.
Muchas gracias por compartir esta información.
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Sí Joshua, la tiene, y comerla con calor es más especial aún, parece que la papilas gustativas se ponen alerta, no es común su sabor, aunque si lo es en las frutas de estas zonas. Un abrazo grande y gracias
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GRACIAS GRACIAS A TI !!!! SALUD CON AGUA DE LIMÓN!!!! Muchas gracias buen domingo
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SALUD A TÍ TAMBIÉN, FELIZ SEMANA, UN ABRAZO GRANDE
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Muchas gracias !!Muchas gracias !!
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