La ternura panzona
Esta historia la escribí hace un buen tiempo cuando recién empezaba la pandemia sin embargo nunca la publiqué quien sabe los motivos y fue quedando rezagada, ahora llegó el momento de presentárselas y de rememorar como se fue dando este patio lleno de plumíferos, en donde Coquita tuvo mucho que ver, fue en gran parte uno de los personajes por quien me fui metiendo en ese mundo de los alados y quienes me han acompañado a lo largo de este retiro no programado debido a ese ente que anda suelto.
AQUÍ LES VA LA HISTORIA
A Coquita la conocí hace ya un muy buen tiempo, más de un año se puede decir, desde el primer día en que fui a comprar tortillas al lado de la casa, de esas hechas a mano que son deliciosas, pues también están las de máquina, sin embargo dejan mucho que desear una vez que uno se mal acostumbra a comerlas recién hechitas y para nada todas igualitas.
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Ella era una de las comensales que la frecuentaba pues esperaba que cayeran algunos pedacitos de la masa de maíz con el que las hacen para aprovechar a comerlo y ya de esa forma había encontrado un lugar en donde tenía todas sus comidas resueltas.
Pues Coquita como le empecé a llamar es una tortolita que ahora frecuenta la casa, su nombre viene de otra forma que se tiene aquí en México de nombrarlas.
Desde el primer día que la vi llamó a mi atención, pues muchas veces llegaba por mis tortillas y tenía que esperar, pues o me las tenían que echar o había gente esperando también, así que me sentaba en unos banquitos que había y me ponía a observar sus movimientos, cómo subía los escalones dando brinquitos, cómo se metía, cómo al menor movimiento salía volando, cómo se acercaba a su compañera que siempre se quedaba más lejos y le hacía mimitos.
Su pareja, era mucho más huidiza, no entraba se quedaba fuera, cualquier cosa la espantaba, permanecía parada en el muro que había enfrente y desde ahí observaba para bajar cuando no hubiera casi gente.
Muchas veces la veía desde la ventana pues por ahí andaba en la calle, caminando para arriba y para abajo, no podía estarse quieta.
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Un día quien sabe por qué, cuando empezaron a llegar los alados al patio, con aquello del Tenor, aquel pajarillo que cantaba de una forma de ensueño, también era la época en que el calor se encontraba en todo su esplendor y estaba difícil a veces el encontrar guarida, Coquita venía y se metía en la enredadera que está en el techo de la casa vecina y en algunos momentos me la encontraba en el muro lindero como observándome.
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Me gustaba su presencia, quería sacarle una foto, pero le temía a la cámara y cada vez que la enfocaba salía disparando o se daba media vuelta y me mostraba las plumas de su cola.
Desde ese momento se hicieron más frecuentes sus visitas y el sentir su gemido desde la casa, ese arrullo para llamar a su compañera, que esa sí que era difícil muy difícil que llegara y si lo hacía estaba inquieta y al menor meneo huía.
Después sucedió aquella vez que se me cayó un poco de arroz y mientras iba a buscar algo para recogerlo, me encontré de regreso con un gorrioncillo que lo estaba comiendo, desde ese día le empecé a dejar comida y la dulce tortolita se sumó junto con otros al menú del día.
Después me dijeron.
– No les pongas arroz, mejor alpiste- y así fue como se cambio la dieta, para luego cuando ya fueron muchas combinarlas .
Al principio se subía al techo y desde ahí me miraba fue un paso adelante pues ya no volaba o se daba vuelta cuando veía la cámara y pude retratarla un poquito más de cerca y frente a frente.
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Unos días después empezó andar por el patio, pues ya bajaba, no le temía tanto a la cámara y se dejaba retratar aunque con desconfianza, esto se dio en la época de cría en que estuvieron involucrados la pareja de gorriones con su hija chillona y otros pájaros más grandes que no sé el nombre con un hijo que el pobrecito estaba medio lelo para aprender a volar, toda una angustia para los padres que se desesperaban sin saber cómo hacerle que elevara el vuelo y moviera las alas, si quieren leer la historia aquí se las dejo.
https://blogdethemis.wordpress.com/2020/06/21/desde-la-ventana-la-llegada-de-los-alados/
Ella estaba casi siempre presente sobre todo en el momento que empezaron a enseñarles a los hijos el arte de alimentarse, ya para esa altura como el coronavirus había llegado al pueblo y ya había sucedido la primera desgracia, habían acordonado la calle en donde vivía se habían cerrado los comercios cercanos por cuarentena y entre ellos el de las tortillas, eso llevó a que Coquita no tuviera otro lugar a donde ir a comer, para entonces se había adueñado del patio y se sentía amo y señor de él junto con el gorrioncillo.
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Empezó a acercárseme poquito a poco mientras cocinaba y bueno yo le ponía un poco de alpiste como cebo para que se animara.
Al final ya comía a unos pasos de donde yo estaba y mientras cada una hacía su faena platicábamos, bueno yo le hablo y ella parece que me escucha, mueve su cabeza, me mira, y sigue comiendo, por lo menos es lo que quiero pensar.
Nos fuimos acercando, cosa que me dio mucho gusto, pues no es una tortolita como cualquiera tiene algo especial, primero acepta un poco más al humano que las otras, que solo vienen a comer y nada más, a ella le gusta la relación, le atrae estar cerca, chismosear, hasta en algunos momentos contestar con sus sonidos, que la verdad no entiendo, solo diferencio ese «grito a guerra» que lanzan para defender el territorio y ese arrullo para llamar a su compañera.
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Pasó de estar en el techo mirándome, con su carita recelosa a estar cerca mientras cocino, más allá que la comida que le daba la tuve que quitar pues cuando perdió el territorio del patio, la pareja que se lo quedó la venía a pelear y bueno se armaban cada grescas que ni a mí me respetaban.
Hasta un día que se vinieron encima dándose de alazos, eso que dicen que son el símbolo del amor, está por verse, en cuanto a los arrumacos que se hacen como pareja, está bueno, sin embargo en la relación con los congéneres dejan mucho que desear así que un día me enojé y las corrí.
Por otro lado como habían crecido en número las cambié de lugar a un recodo para que ahí se manejaran como quisieran.
Coquita ella sí que es ama y señora, aunque es macho, bien territorialista pues dicen que así son las tortolitas mexicanas y también peleoneras, sin embargo es quien ha ganado mi corazón, con quien siento que paso más tiempo, a parte casi seguro que salgo al patio y ella está ahí caminando para arriba y para abajo buscando.
Hay todavía muchas cosas más que contar sobre ella, lo cual haré en la próxima vuelta.
MÉXICO
CONTINUARÁ…..
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!








Parece más sencillo pensar que llegan por interés, pero quiero creer que ellos también gustan tener confianza para compartir un rato de conversación. Un abrazo.
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Así lo pienso también, les gusta que les hable y se ponen contentos de verte, compartimos la vida y eso va más allá de la comida y del bienestar material que puedan tener. Gracias Carlos un abrazo grande
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Me encanta Coquita.
La pandemia también ha afectado a los animales, se quedó sin sus tortillitas.
Pero, a cambio, te encontró a ti que además de comida le das conversación y cariño.
Salió ganando!!
Abrazo, Themis
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Coquita es un encanto, se había desaparecido durante un tiempo, llegaba de vez en vez, sin embargo ahora a vuelto, con sus viejas costumbres, y volverla a tener cerca es un placer. Se ve que es muy cómoda le gusta encontrar lugares en donde tiene solucionado su estar por eso creo que busca al humano, es lista. Un abrazo grande y gracias
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