Cuando la poesía llega
Desde muy pequeña se acercó a mi vida, la fue nutriendo, la fue llevando a mirar el mundo desde otro matiz, abrió una puerta que me acompañó a lo largo de la existencia.
Al principio fueron personas que declamaban que acompañaban en esas veladas entre familia, amigos y vecinos, donde cada quién hacía gala aunque fuera por instante de ese arte que tenía guardado en su alma, aunque no hubiera recibido ninguna enseñanza.
Era en esa época donde la televisión no existía, donde la gente se congregaba sobre todo cuando llegaba la primavera y el duro invierno se alejaba, los hombres en general brillaban con versos gauchescos o picarescos y las mujeres con poemas de amor y de sentires universales.
Otros hacían música, otros danza, otros contaban cuentos, otros simplemente eran espectadores y unían su expresión en los aplausos o motivaban pidiendo algo especial que les gustaba.
Había una adolescente que declamaba con una pasión que a pesar de mis tiernos años, sin entender muchas veces las palabras, ese sentimiento que imbuía me llegaba, me dejaba suspendida escuchándola y detenía por instantes mi movimiento incesante.
Sin embargo el verdadero detenimiento llegó el día que fue la herramienta para corregir mi forma de hablar, lo hacía muy rápido, los pensamientos se agolpaban y el afuera no entendía lo que quería trasmitir, poco a poco cada verso que aprendía, me sosegaba, me llevaba a respirar y se volvieron mi terapia.
Terapia en mano de los poetas y ahí a los siete u ocho años comencé a recibir libros de ellos de regalo y uno de los primeros que llegó a mis manos fue de Ernesto Pinto, uruguayo, escribía de una forma que me envolvía, sobre todo había un poema de él, el del duraznero, aun mi memoria lo guarda.
En esa época en el terreno de al lado de la casa había crecido silvestre uno de ellos, un árbol que yo amaba cuando se vestía de rosa que contrastaba con el fondo del celeste del cielo uruguayo.
Durante todo el invierno sus ramas estaban vacías, obscuras, parecían muertas y de repente un día, así de una forma muy mágica aparecía vestido de flores que lo cubrían.
Era el deleite, era el hermoso regalo, era esa maravilla que esperaba año tras año, el poderlo ver luciendo ese vestido de fiesta y acompañaba con ello mis sueños, me sumergía en un mundo de ilusión.
«La brisa sube del río
despertando al duraznero
y cada flor se transforma
en rosado sonajero.»
Hoy de nuevo regresaron sus versos, tal vez fue la brisa, el calor, que parece más un día de primavera que de otoño o tal vez la nostalgia, el recuerdo de ese niño que imaginaba corriendo con su sombrero de paja en su cabeza, y que ella con su soplo le acariciara sus mejillas y lo hacía sentirse libre como el viento, inmerso en la naturaleza que lo cobijaba.
«Corre el niño por el campo
con su amarillo sombrero
coronado por los gritos
que dan alegres los teros.»
Y un día también sin esperarlo cuando nada acontecía, cuando parecía que el mundo no fuera más que una repetición, la brisa lo despertaba y regaba por los aires sus pétalos pulidos, tersos, rozagantes.
No corría al río como el niño, sino lo hacía tras ellos inundada por el sentir de ese prodigio que me rodeaba.
«De tanto danzar la brisa
ha roto los sonajeros
Corre, que te corre el niño
corre al río sin sombrero».
MÉXICO
POESÍA: LA CANCIÓN DEL DURAZNERO de Ernesto Pintos
Ernesto Pinto (1903-1974), intelectual uruguayo, publicó varios libros de poemas para niños: JACARANDÁ, en 1936, CANCIÓN DEL NIÑO VIAJERO, en 1945, y QUIQUE QUICÓN, en 1950.
Dicen que él sabía, junto a Antonio Machado, que:
«…canto y cuento es la poesía. Se canta una viva historia contando su melodía».
Foto Rama: Fabio Arangio
Foto Sendero: https://duraznodigital.wordpress.com/sendero-de-durazneros/
ALEGRÍA Y TRISTEZA EN EL MISMO SON
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Me hiciste retrotraerme a mi infancia, con los poemas de Ernesto Pinto en la escuela, con moña azul y delantal blanco.
Desde niña amaba la poesía y como a los 10 años comencé a rimar palabras; no queda nada ya de eso. Como no queda nada de esa interacción entre la gente, ahora cada quien en su propia burbuja, enajenados…
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Sí, esa época, donde la poesía era parte de la formación.
Si te gustaba la poesía no la olvides, la llevas dentro, es cuestión de regresar a aquellos momentos donde rimabas e ir abriendo nuevamente ese lugar secreto, volver a encontrarte contigo misma con ese ser que llevas dentro. La televisión empezó a comerse esa parte de interacción, nos hipnotizó y cada vez nos alejamos más, tal vez hasta que todo esto colapse y nos volvamos a encontrar…… un abrazo y gracias
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Llegó la televisión para disfrazar de progreso el mundo distinto del consumo y se abrió una ventana que fue inicio del camino sin retorno. Preciosos versos de un tiempo sin posibilidad de aburrimiento. Un abrazo.
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Gracias Carlos, así es, bien dices sin retorno, aunque hay que ver si un día este mundo no colapsa y en una parte se regrese a los sentires de aquellos momentos. Un abrazo
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Es un poema precioso y lleno de vida.
Tan alegre como un duraznero en flor.
Nunca he vivido esas veladas tan bonitas como las que describes pero procuro leer algún poema casi todos los días.
Gracias por este y por las fotos.
Abrazos!!
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Era otra época en donde se creaban espacios para convivir y dentro de ellos la expresión tenía su lugar predilecto, por lo menos era así en el barrio que me toco crecer y en la familia. No duraron mucho tiempo ya en mi preadolescencia no existían, la televisión había ganado el espacio y se juntaban a estar frente a una pantalla. Un abrazo grande y gracias
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Me encantó leerte… me hiciste recordar aquellos primeros versos que llegaban al oído y al corazón. Gracias Themis. Preciosa entrada y las fotos muy bellas. Mi abrazo.
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Gracias Julie, dices verdad esos versos llegaban al corazón y lo engrandecían, lo llenaban de belleza, le daban quietud y lo enaltecían. Un abrazo bien grande
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