«Cuando el arcoíris se ve o ha llovido o va a llover.»
El día que íbamos caminando rumbo a la gran explanada, por el monte de cactus columnares, cuando aquella tormenta que estaba ennegreciendo al cielo y soltaba unas grandes gotas que marcaban el suelo, ese día en un momento, me señalaron:
-Mira, el arcoíris en aquella nube
Me detuve para mirarlo allá a lo lejos, recordé aquel que se apareció en el patio de la casa e internamente me dije:
-De nuevo la señal hermosea el cielo.
Hacia tanto tiempo que no lo veía, que ahora al tenerlo tan seguido delante mío, me sorprendía y algo llamó a mi atención.
Reconforta el contemplarlo, como despliega sus colores por el cielo, como si Dios estuviera dando vueltas queriendo sorprender a los humanos que ya ni levantan los ojos para ver que hay un arriba que los rodea, para que reaccionen y vuelvan a acercarse a su ser más interno y dejen por un momento de usar ese chip que les han suministrado para perderlos.
Como queriéndoles trasmitir que ni él podrá hacer nada por ellos si siguen por ese camino ya que ellos mismos lo crean, no mandara diluvios eso está ya estipulado, sin embargo los tsunamis de todo un poco que se están conformando no será él quien los mande, sino ellos mismos se encargarán de crearlos.
Pasaron los días, las lluvias se calmaron, el sol volvió a arder no había nada que lo detuviera, que lo refrescara, que hiciera que por momentos las nubes inmovilizaran esos rayos que con tanta estridencia soltaba.
Hasta que otro día ahí estaba en la casa, mirando como el cielo iba perdiendo su azul añil cuando grandes nubes grises y blancas lo cubrían, la lluvia parecía que se avecinaba, era bienvenida con todo el ánimo preparado para recibirla, para dejarse impregnar con su magia que hacía que en breves momentos cambiara, que dejara atrás ese hartazgo caluroso y saturado con todas las vibraciones acumuladas y diera rienda suelta al desprendimiento, a la soltura de la carga, solo bastaba con fijar los ojos en él, solo bastaba con que mostrara que otro instante se aguardaba.
-Mira el arcoíris
He ahí la magia, no era uno, eran dos que cruzaban el cielo, en ese pequeño recuadro que se veía desde el patio.
Ahí me quedé por buen rato viendo cómo todo se convertía, como se sombreaba una parte donde ellos con sus tenues colores estaban y
del otro lado comenzaba un juego de luces que el mismo sol enviaba junto a las nubes y el cielo fue transformándose, me fui metiendo dentro de todas esas variaciones que duraban instantes y se disolvían, para aparecer otras nuevas, para volverse a desaparecer
El amarillo comenzó a tomar el espacio desde el cielo iba pintando al muro, ese que daba para donde ese arco de la alianza sutilmente se dibujaba, en ese espacio donde imagino que el mar está del otro lado, uniéndose con ese azul intenso de lo etéreo.
Durante un tiempo infinito quedé prendada de ese cielo que sobre mí estaba, viendo como pasaba de la obscuridad a las luces, a dividirse en mitades.
Cuando de repente sin esperarlo todo se fue transformando como en un buceo, donde el azul profundo se reflejó en él, lo fue absorbiendo, lo fue coloreando dando un espectáculo magistral.
Hasta que de repente todo lo abarcó, lo llevó a pintarse de esos colores que resaltaban esa transformación.
Día de dulce encanto, día donde la lluvia se desató en abundancia como si hubiera estado guardada por un largo tiempo.
Día de huracanes, tormentas, depresiones dando vueltas, no solo los del alma, también los de las alturas que están llegando a cada rato como si quisieran por un momento limpiar el malsano comportamiento de todos esos seres egoístas, metidos en su mundo de despilfarro, desperdicio, de consagrarlo a buscar encumbrarse por unos instantes en los reflectores para luego regresarse desalentados, abatidos a esa insignificancia de su ser más íntimo.
¡Cuán sin sabor llega a ser esta vida!
¡Cuán triste se presenta!
Si no somos capaces de mirar el cielo, de perdernos en él y hacernos uno con lo sagrado que es parte fundamental de la existencia.
Encontrarse con la religiosidad que cada uno lleva dentro, he ahí el gran premio, que solo consiste en aceptar lo que es, lo que nos rodea y ser uno con el Universo.
MÉXICO
AGOSTO 2020
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GRACIAS A TODOS!!!! SALUDOS!!!!


Ay, Themis, qué bello lo que has escrito.
Somos tan insignificantes…si mirásemos más al cielo nos daríamos cuenta y estaríamos más en paz.
Preciosos los arco iris y ese baile de nubes.
Veo que por ahí asoma un ciprés.
Un abrazo grande
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Gracias Eva, me alegra mucho que te haya gustado, es que hay que mirar al cielo y saberse ubicar en esta gran inmensidad, ser más humildes.
Si hay varios cipreses que desde el patio veo sus puntas que asoman y se mecen cuando hay brisa. Un abrazo bien grande
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Que gran batalla hay que librar contra uno mismo para tener presente lo que fuimos y lo que deseamos ser. Un abrazo.
Él nos ofrece una preciosa justificación para alzar la vista al cielo.
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Así es Carlos, no hay que dejarse adormecer, mirar a las alturas, el cielo nos muestra otra dimensión, de nuestro interior. Un abrazo y gracias
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