atardecer en la montaña

HISTORIAS DE ANIMALITOS: HOUDINI EL GALLO (3)

ACUERDO

Nuestro Houdini, pasó a ser un problema real, ya que a donde se escapaba era uno de los caminos que frecuentaban los pobladores de la comunidad para ir arriba a la montaña, de ahí que cada día surgían más personas que llegaban perturbadas por el gallo que estaba en los solitarios parajes, acompañado a veces de las vacas que con cierto desconcierto lo miraban, mientras mascaban distraídas el pasto, cómo preguntándose:

– ¿Y este de dónde salió?- ya que no estaban acostumbradas a ver gallos por esos lados.

vaca

A mí en lo personal no me preocupaba mucho y ahí radicaba el problema. La verdad que  no sabía qué hacer con el gallo y ni mío lo sentía, por eso ni una foto de él guardo, cuando estaba en la casa no quería subir la montaña a buscarlo y menos aún estar cuidando que no se escapara, a veces cuando había algún niño le pedía que lo hiciera ya sabían ellos que con algo los recompensaría, se ponían contentos, ya fuera un dulce o una moneda para que compraran algo en la única tienda que el pueblito tenía, pues realmente se lo merecían.

Había uno de ellos que siempre estaba en la vuelta pues ya había descubierto que si yo estaba y el gallo escapaba él era la persona idónea para ir a buscarlo, en cambio si yo no estaba de cualquier forma lo tenía que hacer sin que le dieran nada.

El trato implícito era por un peso, toda una fortuna en el lugar, pues le alcanzaba para dos bolis (hielo con sabor), que lo compraba en el lugar en donde estaba el único refrigerador de la comarca. Compraba dos, pues era uno para él y otro para su hermanito que lo seguía en años, el siempre pensaba en él, tenía un alma muy generosa, además era su «joy», (compañero) en muchas tareas que tenía que realizar, más allá que sus edades eran: él de casi seis y su hermanito de cuatro, sin embargo eran los mayores les tocaba actuar como tales y se tenían que hacer cargo de algunas tareas, pues a partir de ellos venía una escalera que terminaba en el que la madre llevaba en el vientre.

El tenía el arte de adivinar que el gallo se había huido y se aparecía con una gran sonrisa, como no hablaba el español con señas nos entendíamos, se iba muy feliz corriendo a buscarlo y se aparecía con el animalito en los brazos.

Sin embargo un día los vecinos se volvieron más ansiosos con el gallo pues el tigrillo el azote del lugar, quien sabe por qué estaba bajando al centro poblado a plena luz del día, se presumía que de repente tenía cría y cómo se habían protegido  mucho más por sus andadas, ya no tenía mucha suerte en la caza nocturna y por eso se exponía a la luz del sol para cometer sus fechorías y robarse algún pollo descuidado.

centro de la comunidad

Ahí vinieron a hablar de qué se iba a hacer con el gallo, pues dejarlo así de libre a que el felino se lo tragara no estaba bien, iba a ser una gran pérdida, como yo en realidad no quería hacer nada con él, les dije a los de la casa que se lo podían quedar y hacer lo que quisieran, que no lo consideraran mío.

De ahí, entró en discusión el destino que iba a tener, algunos y sobre todo los más jóvenes deseosos de comer algo de carne sugerían que lo mataran y lo metieran dentro de la olla, los mayores por el contrario defendían la postura de que era un digno ejemplar y que podía tener una descendencia muy fuerte y no era bueno comérselo, la cuestión que para no hacer la historia larga, más allá que la decisión llevó varios días tomarla, pues todos tenían opinión hasta los que vivían cerca, ya que se sentían afectados por la conducta del plumífero pues no podían aceptar que se perdiera, entonces tomaban como suyo el acontecimiento y no lograban llegar a unanimidad como solía ser la costumbre para que un caso quedara cerrado.

Nada de levantar la mano para votar y la mayoría gana, ahí, hasta que no estuvieran todos convencidos se seguía discutiendo y podían pasar los días, los años para que un conflicto se resolviera, eso no era lo importante, lo que valía era la conformidad de todos los involucrados, cuando decían:

-Acuerdo

Todo se solucionó cuando llegó un vecino, de los que ya tenía corral, pues el gobierno que después de todo el conflicto y el levantamiento que había habido en el territorio, llegó con un programa de apoyo para darles a los que  se habían pasado a su bando como ellos decían y aceptaban las condiciones,  «alambradas» para construir gallineros y capacitarlos en la cría, ya que los animalitos no deberían andar sueltos sin tener un límite establecido por donde caminar, además les querían enseñar la forma de criarlos y tenerlos como era debido, a su vez les había prometió que aquellos que se sometieran y siguieran sus consejos les iban a regalar unas parejas de plumíferos y alimento para mantenerlos, indudablemente todos construyeron lo que se les pedía sin decir ni pío, ya que el alambre era gratis y con ello recibirían la donación,  ya luego verían que harían.

Los plumíferos aparecieron, el alimento prometido ese nunca se vio, por lo cual lo que hicieron fue, seguir con la misma costumbre, que anduvieran sueltos buscando su propia comida, pues de la otra forma tendrían ellos que alimentarlos con maíz y ya la cosa no salía pues se les volvían muy caros.

Eso sí, cuando llegaban los «fiscalizadores» para ver si realmente estaban haciendo lo acordado, siempre encontraban a las gallinas encerradas y si por esas casualidades se cruzaban con alguna suelta con decir simplemente que pertenecía al otro bando todo estaba resuelto.

Lo mismo sucedía con el agua hervida ya que no era costumbre en ellos el hacerlo pues su agua era pura salía directamente de la fuente, del «Ojo de Agua», el cual a nadie se le ocurría ni tocarlo, pues había que mantenerlos cristalinos y se le ofrendaba para que no se secara y siguiera dándoles el sagrado líquido.

La montaña se los regalaba por todas partes y ellos con mangueras la transportaban hasta sus casas.

ojo de agua

Sin embargo los de Salud del gobierno insistían en que eso no estaba bien, pues decían que habían muchos bichitos dentro de ella y que eso los enfermaba, más allá que aunque la miraran no vieran nada, pero bueno eran de la ciudad y tendrían que saber  mucho más que ellos.  Más todos aquellos que venían en buena locomoción y vestido como caxlanes  o sea hombres importantes, algunos eran licenciados, que miraban todo a su alrededor y la mayor parte de las veces ni se sentaban  pues estaban en otra realidad, tan alejada de las de ellos que a muchos les impactaba como si hubieran llegada a la «Reserva»  del libro «Un mundo feliz» y la Naturaleza parecía que les daba asco, más allá que generalmente no permanecían mucho rato, decían lo que tenían que decir y salían huyendo espantados de esas comarcas.

Todos miraban el agua como queriendo ver de qué les hablaban, más allá que bueno lo ideal era hacer lo que decían, pero sin meter el agua al fuego, pues se gastaba mucha leña y no se estaba para esas cosas. Cerca del fogón siempre estaba una olla destinada a ser depósito del esencial líquido, como les habían enseñado,  por si acaso se les ocurría aparecer  de sorpresa. Cuando avisaban desde la comunidad cercana que habían llegado a ella o los que vivían en la carretera veían pasar el auto con los de la ciudad dentro y como en general no había mucho movimiento, cuando un motor se escuchaba todos salían de sus casas a ver quién era, otros más duchos conocían a los carros por el ruido de sus motores desde bien lejos, ya que el silencio del lugar los dejaba percibir y de esa manera hacían apuestas para ver quién acertaba y todos sin importar en donde aunque estuvieran a kilómetros de distancia estaban preparados, pues dentro de la comunidad la noticia se corría de boca en boca, los niños eran los encargados de salir corriendo a transmitirla y todos felices peinados y hasta con una gran sonrisa los esperaban.

Lo que hacía que se quedaran muy sorprendidos y me imagino que felices de que todos acataran las instrucciones, más allá que en realidad todo era un montaje.

Era difícil entender por qué había que hacer tantas cosas cuando nunca la habían necesitado y dejaban que la misma Naturaleza de muchas formas les fuera mandando los alimentos que necesitaban para ir haciendo un mantenimiento de su cuerpo.

Una vez al año por ejemplo subían muy arriba en la montaña en busca de unas semillas que caían de unos árboles. Era redonda, negra, como de dos centímetros. La traían en costales y luego las iban tostando y las iban comiendo, tenían que sacarle la cáscara gruesa de las cuales venían envueltas, ese acto suponía una limpieza dental ya que era como un abrasivo, que iba dejando los dientes negros al comienzo para luego enjuagándolos, blanquearlos. Esa ceremonia duraba días en donde todos disfrutaban de las semillas, hasta que se hartaban de ellas. También había otras que servían de desparasitantes, por esa cosa de los «bichitos».

Claro, no entendían que habían dejado entrar al sistema y éste exige y lo más probable que en ese momento no hubiera problemas pero que en un rato nada más las cosas iban a cambiar.

Había que limitar las áreas por donde circular, por eso en una tierra sin alambres nacieron las alambradas, poquito a poco como regalo y lo que era un territorio amplio se volvió un sin fin de cuadrados y rectángulos cercando la tierra, para luego empezar a diagramar el pueblo donde hasta las casas tuvieron que mover y cercar,  pues tenía que quedar muy cuadradito, cosa que se complicaba ya que los del bando que no estaba con el gobierno hacían caso omiso y la tarea los ingenieros no la podían llevar a cabo como habían pensado y se complicaba, pero bueno eso es otra historia.

Cuando llegó el vecino que tenía corral a hacer una propuesta para poder llevarse al gallo, pues él había decidido tener a todas las gallinas dentro del mismo protegidas, más con eso que el tigrillo andaba suelto y cazando a cualquier hora del día y él las quería para que pusieran huevos, pues eran lo que querían comer sus hijos, ya que desde que habían llegado las despensas del gobierno se había cambiado la alimentación y ya los niños rechazaban la comida del lugar pidiendo lo que las mismas traían, como estaba difícil satisfacerlos ya que el dinero no alcanzaba, los huevos eran una posibilidad que se tenía en el lugar.

Al fin se llegó a un acuerdo, una pollita y ya ni me acuerdo que más y todos contentos.

Fue una gran alegría, se había resuelto el caso, con dos partes conformes, una que se había quitado un problema y la otra que feliz se sentía de ser el dueño de un hermoso gallo, un gran ejemplar y se preguntarán qué pasó con Houdini, no supe más nada de él, no sé si se logró adaptar a volverse un ave de corral y dedicarse a cuidar a su séquito o añoraría la libertad de aquellos escapes, montaña arriba para mirar desde el gran escenario despejado al astro Rey que ya descendía, sin importarle nada si el tigrillo se lo comía.

México

HOUDINI EL GALLO (1)

HOUDINI EL GALLO (2)

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6 comentarios en “HISTORIAS DE ANIMALITOS: HOUDINI EL GALLO (3)

  1. Además de hablar de Houdini nos has contado muchas otras cosas, todas muy interesantes. Me gustaría saber de qué lugar hablas pero tampoco es necesario que lo reveles si no quieres. Lo imagino y ya.
    Me ha gustado el «ojo del agua».
    Un abrazo, Themis

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    1. Hola Eva, fue en el sureste mexicano en el Estado de Chiapas, hace ya un muy buen tiempo, donde viví por unos cuantos años. Un día escribiré algo sobre el «ojo de agua», son realmente bellos, y de ahí nacen los riachuelos. Un abrazo

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